«Apocalipsis now»

Las salas de cines de Sevilla: un adiós motivado por el televisor, el aire y el videoclub

El bienestar de las clases medias hizo que estos cines dejaran de ser rentables y se cerraran «con el dolor del corazón de los empresarios»

Cartelera del Rialto, el Alkázar y el Trajano ABC

Javier Macías

La década de los 90 fue la definitiva para que las salas de cine históricas de la ciudad fueran echando el cierre. Jorge Prevedoni , hijo del que fuera propietario del Regina, el Apolo, el Fantasio, el Lux o el Azul explica a ABC las razones que motivaron que estos negocios dejaran de ser rentables, y que fueron básicamente las inversas por las que se crearon. «Cuando se abrió en 1947 el Regina de verano y se empezaban a construir los de invierno, el evento social que ofrecían y su espectáculo no los había en las casas. La gente no tenía nada , ni siquiera la comodidad de las butacas y de las climatizaciones. Muchos iban al cine a echarse la siesta», recuerda.

Con el avance económico y el bienestar de las clases medias, los cines fueron perdiendo su protagonismo. «A medida que fue pasando el tiempo, evolucionó la economía, las clases medias subieron en comodidades , llegó la televisión , el aire acondicionado e incluso los vehículos en las familias, que permitían la movilidad y el hecho de que los sevillanos fueran a las playas los fines de semana y no necesariamente al cine». Prevedoni explica que este tipo de salas tenían «más de mil localidades» para soportar la demanda de espectadores. «A partir de finales de los 70 -cuenta-, la tendencia fue variando hacia las multisalas, de hasta cuatro como el Alameda (que abrió en 1977) o, ya en los 90, Los Arcos , con las macrosalas. Por eso, las nuestras ya no tenía sentido, quedaron obsoletas y no eran rentables porque los gastos para el empresario eran los mismos que en los que tenían multicines».

Aquellas salas históricas eran prácticamente los únicos lugares de ocio que había en Sevilla. Una ciudad donde los vecinos apenas salían de sus barrios ni cruzaban extramuros. Luego llegaron otros negocios en los que las salas duplicaban la decena, como Nervión Plaza . Centros comerciales que hicieron cambiar de hábitos. La gente no iba ya al cine sólo, sino que hacía compras, comía e incluso los niños tenían un lugar donde jugar.

En los 80 llegó el auge del VHS . Se crearon multitud de videoclubs que permitían una selección «a la carta» de las distintas películas. Llegó también el vídeo comunitario . Luego, apareció el DVD . Y, a los pocos años, Internet, que ha acabado con todo, incluso con los videoclubs que en su día se multiplicaron. Hoy no queda ninguno en Sevilla, ni aquel comercio romántico de la calle Pérez Galdós.

El dolor de un cierre

Aquellos empresarios que en su día crearon en un negocio en auge -las familias Prevedoni, Hernández, Martínez Contreras ...-, que los parieron y dedicaron su vida a mejorar cada una de las salas, se vieron obligados a sacrificarlos. «Mi padre decidió cerrarlos con todo el dolor de su corazón entre 1996 y 1998. Él fue un ferviente creyente y un fan del cine, pero aquello no tenía más recorrido», cuenta Jorge Prevedoni. Y así, como un efecto dominó fueron cayendo cada una de las salas.

Ahora el negocio está en otro lado. Los hoteles están ocupando aquellos edificios sin uso, como va a ocurrir con el Alameda Multicines y tantos otros comercios históricos de Sevilla como Vilima .

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