EMBAJADOR DE ESPAÑA EN TURQUÍA

Juan González-Barba: «Sevilla está ensimismada y le falta curiosidad por lo que pasa fuera»

Este sevillano, nuevo embajador de España en Turquía, acaba de publicar una novela ambientada en la capital andaluza

Juan González-Barba, en el jardín de la embajada de España en Turquía ABC
María Jesús Pereira

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Juan González-Barba (Sevilla, 1966) acaba de ser nombrado embajador de España en Turquía y Georgia . Además de diplomático de carrera, Juan González-Barba es escritor y acaba de publicar su segunda novela, esta vez ambientada en Sevilla y con una trama negra -con yihadista incluido- que se desarrolla en el triángulo que conforman el Palacio Arzobispal, la Catedral y los Reales Alcázares. Aunque nacido en Sevilla, lleva treinta años viviendo fuera de España y mira Sevilla con ojos de forastero cuando vuelve a la capital andaluza, donde su mentor y maestro en la Universidad, el prestigioso catedrático de Derecho Internacional Juan Antonio Carrillo Salcedo le animó a entrar en la diplomacia.

Aunque es diplomático de carrera, ha sacado tiempo para publicar su segunda novela. ¿De dónde le viene la vocación literaria?

He sido un gran lector desde pequeño. En realidad nunca pensé que fuera a escribir ficción y si lo he hecho ha sido por casualidad. Yo era muy amigo del corresponsal de Antena 3 en Israel, Enrique Zimmerman, y unos amigos le habían propuesto hacer una película inspirada en su vida. Le sugerí que en ese borrador de guion podía incluir más elementos de ficción y me propuso hacerlo a mí. A los tres días vi que tenía una historia: El Corresponsal en Oriente Medio. Le dije: Enrique, se me ha ido la mano con la ficción. Perdí el miedo escénico a presentarme a los lectores y ya me fue más fácil escribir el segundo libro. Antes había escrito mucho pero no lo había publicado, salvo en alguna revista local.

En su primera novela usó su experiencia como diplomático. Ahora acaba de publicar la novela de género negro «Y la luna tocó el mar bajo Sevilla», editada por Sial Pigmalión. ¿Por qué la ha ambientado en Sevilla?

Bueno, está ambientada en la Sevilla actual, sin una fecha concreta para que no se identifiquen a los protagonistas con personas de la realidad, ya que uno de los personajes es el conservador de los Reales Alcázares y otro, el arzobispo de Sevilla. En la Divina Comedia hay dos citas de Sevilla y releyendo ese libro pensé que Sevilla era una ciudad idónea para ambientar distintas circunstancias y situaciones, que podían actualizarse y reproducirse aunque sucedieron en el siglo XIV. Hay mensajes que deja el asesino junto a sus víctimas en claves de la Divina Comedia. El lector de Dante Alighieri reconocerá descripciones de situaciones, del tiempo atmosférico, una plaga que tiene que ver con tiempos apocalípticos.... Por otra parte, en los últimos años estuve en el Ministerio de Asuntos Exteriores ocupándome de análisis y previsión, que es una labor de reflexión, escritura y lectura. Entre otras cuestiones me ocupé del yihadismo internacional, en el que he trabajado bastante, y vi que el Daesh está muy ligado con la apocalíptica musulmana, cosa que he reflejado en la novela.

¿Torre Sevilla y las Setas aparecen en la novela?

Sí, salen las dos. Yo quería ambientar la novela en el espacio que hay entre el Palacio Arzobispal, la Catedral, el Archivo de Indias y el Alcázar. Yo creo que ese espacio no ha tenido tratamiento literario en Sevilla y por eso el grueso de la novela, desde el arranque hasta el final, se desarrolla en ese entorno.

¿Hay un yihadista en la novela?

Sí, uno de los personajes principales, un converso español de origen gaditano, aunque nacido en Cataluña. Se pasa al Daesh, lucha en Al Raqa (Siria) y luego vuelve para montar su gran golpe maestro.

¿Que ha tratado de transmitir con este último libro?

Uno de los problemas que yo veo en Occidente para entender el fenómeno del yihadismo es que el extremismo religioso es difícil enjuiciarlo porque estamos secularizados, por lo que se tiende a ver sólo las raíces políticas, económicas, sociológicas-científicas... Pensé que era fácil poner en Sevilla a una persona movida por esa ideología, también de raíz religiosa, y ver cómo choca con otras ideas religiosas, porque esta ciudad es una de las pocas ciudades occidentales donde hay un gran sentimiento religioso y la población vive la religión y la fe.

Se marchó de Sevilla hace treinta años. ¿Se siente un forastero cuándo vuelve?

Sin duda, me siento forastero pero también sevillano porque tengo los recuerdos de la etapa más importantes de la vida, como es la infancia, la adolescencia y la juventud. Además, sigo viniendo porque tengo a mi familia y a mis amigos.

¿Y cómo ve Sevilla como forastero?

Diría que los sevillanos tienen razón cuando dicen que es una de las mejores ciudades del mundo porque efectivamente lo es. Es una ciudad que lo tiene todo: comodidad, belleza, una gran sensación de cohesión ciudadana. Por eso, a veces puede estar un poco ensimismada. Hay otras ciudades españolas que tienen más curiosidad por lo que pasa fuera. Como está enamorada de sí misma, a Sevilla le falta curiosidad por lo que pasa fuera, aunque al mismo tiempo es algo que la hace más atractiva porque es lo contrario de lo que hago normalmente, como es estar en un ambiente cosmopolita, con todo tipo de influencers.. Me encanta la sensación de volver a un sitio muy familiar, muy recogido.

Juan González-Barba, junto a un retrato de Carlos III, en cuyo reinado se establecieron relaciones diplomáticas con el imperio otomano ABC

¿Por qué le da tanta importancia a la cohesión social en Sevilla a través de hermandades, clubes..?

Yo, que he vivido en Sudán del Sur o en Pretoria, veo que la cohesión social es una fortaleza, sobre todo cuando ves que hay ciudades que están desestructuradas por la violencia, la inmigración masiva...

Cuando está en el extranjero ¿qué echa de menos?

Aunque al final coges habilidad hablando en lenguas extranjeras, echas de menos hablar en tu propio idioma. La comida española se echa siempre de menos. Además, cuando tienes algún percance, accidente o enfermedad, echas de menos la sanidad pública española, que es de las mejores del mundo. También echo de menos la extensa vida española. Incluso en una ciudad como Madrid, muy grande comparada con Sevilla, ya que tiene cuatro millones de habitantes, es fácil tener la sensación de que vives en una ciudad que no deja de ser una gran familia por la vida de barrio que se hace. Eso no es tan evidente que exista en otros lugares del mundo.

Y cuando trabaja en España en lugar de una delegación diplomática ¿qué echa en falta del extranjero?

El trabajo que hacemos en el Ministerio, aunque es importante, no tiene la misma intensidad que el que desplegamos fuera y menos cuando tienes el privilegio de ser embajador y representar a España en todos los actos, sobre todo en los últimos años. Con el desafío soberanista, el orgullo de lo español se acentúa más. Te das cuenta de las críticas injustas que se han vertido contra España. Fuera de España se está orgulloso del país que hemos construido entre todos en los 40 años democracia.

Habla de Sevilla como la ciudad más bonita del mundo pero seguimos teniendo casi un 22% de paro.

Es verdad que yo tengo una imagen idealizada de la ciudad por mis recuerdos de infancia y adolescencia. Para ser crítico con Sevilla tendría que vivir allí. Cuando estoy en Sevilla me convierto en abogado defensor de la ciudad frente a mis amigos.

Los andaluces y los sevillanos somos capaces de echarnos tierra encima al criticarnos a nosotros mismos, algo que nunca haría un castellano.

La autocrítica no es un rasgo sólo del sevillano o del andaluz, sino más bien español. Yo, que he vivido como diplomático muchos años fuera de nuestro país, veo que los españoles somos excesivamente críticos con nosotros mismos, quizá porque seamos muy perfeccionistas. Pero razón de crítica objetiva, hay mucha menos de la que parece.

Los sevillanos decimos las cosas con mucha guasa pero las decimos. ¿No es eso una forma de ser diplomático y quitar hierro a las cosas?

La palabra diplomacia viene de la palabra griega «diploo», que significa doblar y de ahí, doblez. Muchas veces se trata de pasar un mensaje y que cuando sea negativo, haga el menor daño posible en el interlocutor. Así que sí, decir las cosas con guasa o gracejo, aunque sea una crítica severa, molesta menos.

A los sevillanos, y a los andaluces en general, nos han colgado etiquetas difíciles de quitar, como que estamos todo el día de fiesta y que somos una vagos. ¿Cómo lo digiere?

Todas esas críticas me afectan personalmente, como a tantos otros sevillanos y andaluces que trabajamos en Andalucía, España o fuera de España como el que más y que competimos en pie de igualdad con todos. Es cierto que cualquier lugar del mundo tiene sus sambenitos y tópicos, y a veces es difícil quitárselos. Puede que vengan de una exageración de algo objetivo y palpable, como es que el sevillano y el andaluz sabe cómo disfrutar de la vida, lo que no quiere decir que no trabaje al mismo tiempo.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación