Imagen del parque tecnológico desde Torre Sevilla
Imagen del parque tecnológico desde Torre Sevilla - ROCÍO RUZ

Expo 92 de SevillaLa Cartuja, la joya tecnológica del otro lado del río

El parque científico es el mejor legado de la Expo, un referente con más de 400 empresas y entidades implantadas y 16.000 trabajadores

SEVILLA Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El Parque Tecnológico Cartuja nunca fue un producto de reciclaje. Las generosas inversiones que llegaron para la Exposición Universal permitieron fantasear con la idea de levantar un Silicom Valley al otro lado del Guadalquivir. Tal vez pecaba de un exceso de optimismo el entonces consejero de Obras Públicas y Transportes de la Junta, Jaime Montaner, cuando planeaba sobre el árido paisaje de la isla un «valle de la tecnología» que salvaría de la piqueta a los pabellones más emblemáticos y que 25 años después aún siguen en pie. Y en esas llegó Cartuja 93, mientras la ciudad se sacudía años de ensimismamiento y tópicos rancios. El concepto todavía resultaba extraño para empresarios e inversores que fueron prudentes con este nuevo espacio.

No hubo desembarco masivo, a pesar de que grandes compañías levantaron fastuosas sedes y se establecieron en ellas tras la Expo.

La idea inicial era que las grandes empresas que pagaron costosos pabellones se instalasen después en ellos, pero no ocurrió así. ¿Por qué? «Tuvimos la mala suerte de que nos pilló un cambio de era. Justo en el año 1993 empezó el boom de internet, que cambió el mapa de la economía mundial. Grandes empresas como Kodak sucumbieron. Siemens, Fujitsu o Ranx Xerox, que tenían pabellones en la Expo, entraron en una fase», explica Julio Cuesta, exdirector de relaciones externas de la Expo 92 y actual comisario de los actos del XXV aniversario de la muestra universal.

La isla fue recuperando la actividad cuando los esqueletos de los viejos pabellones efímeros dejaron espacio a los nuevos edificios singulares. Fue un proceso lento y costoso. Pero no fueron las multinacionales las que convirtieron el recinto en lo que es hoy. Ese testigo lo tomaron las pymes andaluzas que nacieron en el entorno de la universidad y que han crecido en el recinto a pesar de la dureza de la crisis y el rosario de empresas vecinas que han visto cerrar.

Hoy en día alberga el parque tecnológico alberga a 423 empresas y entidades que, bajo el denominador común de la innovación, genera una actividad económica conjunta de alrededor de 1.900 millones de euros y en la que trabajan 16.000 personas.

Beltrán Calvo: «El Apple Park dará trabajo a 12.000 personas, Cartuja tiene más de 16.000 empleados»

Beltrán Calvo, consejero delegado de la consultora de ingeniería Isotrol, llegó a la Cartuja en 2001 cuando el recinto todavía era un páramo de restos abandonados de la Expo como un parque de atracciones a punto para su derribo. Las sucesivas crisis de los noventa se habían llevado por delante buena parte del sueño y había que empezar de nuevo. La Universidad volvió a tomar fuerza con el traslado de la Escuela Superior de Ingeniería algunos cursos antes y el inicio de las obras de la Facultad de Comunicación y el Centro de Ceade.

El recinto aún tiene espacio disponible
El recinto aún tiene espacio disponible - J. M. SERRANO

La isla no había perdido esa vocación científica y tecnológica que encandiló a este ingeniero sevillano, que hoy presiden el Círculo de Empresarios. Todavía cree en el enorme potencial y por eso no parpadea cuando compara el recinto con el futuro Apple Park, la nueva sede de la compañía de la manzana. «Ellos invertirán 1.500 millones de dólares en 70 hectáreas, mientras que Cartuja surgió de los 637 de la Expo. Su complejo albergará a 12.000 trabajadores, con árboles, cafeterías, auditorio y ha sido diseñado por Norman Foster, por nuestro parque pasan a diario más de 16.000 personas, cuenta con hoteles, áreas recreativas y de ocio, y emblemas tan importantes como la Torre Sevilla y muchos otros diseñados por arquitectos de enorme prestigio». Así lo planteó durante la asamblea anual del Círculo que se celebró hace apenas un mes. Ahora sólo falta que la ciudad se lo crea y que las administraciones públicas estén a la altura de su facturación y del censo de firmas y entidades asentadas.

José González: «Lo vimos claro desde el primer momento y después de la Expo empezamos las conversaciones»

Ese es el auténtico reto, mucho más que las grietas de las avenidas o el deterioro de algunas zonas. Quizá por eso eligió para ese encuentro la planta 21 de la Torre Sevilla desde donde la vista de la isla es impresionante. «Parece que tenemos que tomar altura para darnos cuenta de lo que tenemos», indica José González, consejero delegado de Inerco. Hace 17 años que su compañía, especializada en ingeniería, llegó al recinto ocupando el viejo pabellón de Rank Xerox. «Lo vimos claro desde el primer momento y justo después de la Expo empezamos las conversaciones para instalarnos en alguno de los pabellones que se iban a quedar». La primera opción fue el edificio de Corea, uno de los elegidos para perdurar, pero aquello no cuajó.

Hubo que esperar algunos años más para trasladarse a la sede que ocupan ahora y en la que trabajan alrededor de 250 personas. En este tiempo, la ventaja de estar en el recinto ha sido impagable. «Hemos crecido con el parque», señala el consejero delegado de Inerco que no duda del valor que ha aportado Cartuja 93 al resto de recintos españoles. «¿Quién ha sido capaz de hacer lo que hemos hecho nosotros tras una exposición universal? Deberíamos ser un referente y exportar nuestro éxito, pero no sabemos venderlo», considera el directivo.

Hubo que esperar algunos años más para trasladarse a la sede que ocupan ahora y en la que trabajan alrededor de 250 personas. En este tiempo, la ventaja de estar en el recinto es incalculable. «Hemos crecido con el parque», señala el consejero delegado de Inerco, que no duda del valor que ha aportado también Cartuja 93 al resto de complejos españoles. «¿Quién ha sido capaz de hacer lo que hemos hecho nosotros tras una exposición universal? Deberíamos ser un referente y exportar nuestro éxito, pero no sabemos venderlo», considera el directivo.

José Luis Manzanares: «Supimos desde el principio que la solución nunca vendría de la mano de las multinacionales»

Ayesa es otra de las joyas que nació al calor Expo. Su consejero delegado, José Luis Manzanares, reconoce sin reservas que la compañía no sería ni la sombra de lo que es hoy sin aquella oportunidad. «Éramos casi la única ingeniería que había en Sevilla y aunque vinieron muchas extranjeras, nosotros estuvimos presentes en el diseño y en todo el proceso». El empeño de hacer de la isla un entorno para la investigación y la tecnología lo convertían en un lugar único capaz de generar oportunidades para todo aquel que quisiera instalarse, pero había que andarse con ojo, porque la experiencia de otros países tras eventos de esta envergadura había sido un auténtico fracaso. «Eso nos hizo ver que la solución nunca vendría de la mano de las multinacionales», admite.

Curiosamente, Ayesa llegó al parque a la par de Siemens y Fijitsu, que tenían pabellones propios. Ellos recalaron en el de Checoslovaquia, que pronto se les quedaría pequeño. Cuando las grandes firmas comenzaron a marcharse, la consultora de ingeniería sevillana tenía en proyecto otro gran edificio que daría cabida a nuevas divisiones y a centenares de empleados que se incorporaron a la plantilla. «Ahora somos unos 2.000 aquí y 4.000 en total», asegura su máximo responsable. Mucha de esa mano de obra ha salido de la Escuela Superior de Ingeniería, que para Manzanares ha sido el pilar de ese éxito.

Nueva era

Eugenio Barroso: «Les enseñamos los edificios y los centros a nuestros clientes y se quedan sorprendidos»

Y el de esta nueva etapa será el de los grandes proyectos como Torre Sevilla, que es el auténtico símbolo del recinto, donde conviven más de 400 empresas y entidades. Eugenio Barroso, consejero delegado de MP Ascensores, ha hecho un imprescindible de las reuniones con clientes la visita por la isla. «Les enseñamos los edificios, los centros de investigación y la universidad y no hay ocasión en la que no se queden sorprendidos», dice. A mano tiene colaboradores tecnológicos con los que trabaja de forma habitual y el propio entorno les da una imagen impagable.

Incluso en los años más duros de la crisis ha sido una gran ventaja formar parte de lo que supone Cartuja. «Cómo no voy a compartir esa visión de Beltrán Calvo sobre nuestro potencial», dice. Pero hay que saber promocionarlo y convertirlo en un proyecto sólido y macizo. «Por supuesto que no somos Apple, ni Silicom Valley, pero compartimos muchas semejanzas», considera. Por eso mira con optimismo este aniversario, que llega en un momento mucho más amable que el anterior. Nunca, desde aquel 2001 cuando se trasladaron al recinto, había tenido expectativas tan altas y no quiere ver pasar más trenes de largo.

Ver los comentarios