CONCIERTOS EN SEVILLA

Cuando un grupo que no conoces toca en el salón de tu casa

Sofar Sound es una iniciativa internacional que tiene como objetivo dar visibilidad a grupos y distintos espacios, con conciertos en salones, azoteas o jardines

Suso Díaz presentando su nuevo disco en Sofar Sevilla Ángel Bernabéu

Ezequiel Mendoza

Dice el pianista James Rhodes, en su afamado libro «Instrumental», que «la música puede llevar luz a sitios a los que jamás llega nada». Y tiene razón, tanto si lo vemos desde la metáfora como desde la literalidad. La azotea de La Flamenka Hostel tiene, quizás, una de las mejores vistas de la ciudad. Y, aún así, es bastante probable que sea una total desconocida para muchos.

A un lado asoma la Giralda, resguardada por cientos de bloques y antenas, la coronilla del Mercado del Arenal y una vistosa fachada, perteneciente a un edificio de principios del S.XX, diseñado por Talavera, el cual regenta la esquina de la calle Almansa. Al otro, Reyes Católicos y el bullicio propio de una tarde de verano. La tarea de Sofar Sound , como decía Rhodes, es que la música ilumine esta noche esta azotea y, también, a la gente que acude a ella.

Sofar Sound es una iniciativa internacional que tiene como objetivo llevar música a lugares yermos en los que jamás uno pensaría que podría ver un concierto: el salón de una casa, la bodega de una cervecería, un jardín o una azotea. La premisa es simple: hay una lista de invitados y un día establecido.

Tres grupos sonarán, pero nadie sabe cuáles son. Ni siquiera entre ellos mismos saben con quién compartirán escenario. La idea es que la música nos llegue de una forma más íntima, envolvente y acogedora.

En la escueta recepción de La Flamenka se aglutinan los primeros invitados. Un total de cincuenta personas conforman el aforo total de este evento. Hay reuniones familiares y cumpleaños mucho más multitudinarios, lo que nos da una idea del ambiente que impera en esta cita. «La lista de peticiones triplica a la de invitados», explica Marcos Donas, embajador de Sofar en Sevilla.

Él y su equipo (Nana Design a la escenografía, Ángel Bernabeu a la fotografía, Jose M. Arteaga al sonido y la Red Van a las cámaras) no cobran nada. Así es: hacen esto por amor al arte .

«Damos visibilidad a espacios como La Flamenka y a grupos que, aunque no sean emergentes, muchas veces no tienen los medios. También al trabajo de fotógrafos y camarógrafos que están con nosotros en este evento», explica.

Cuando uno sube por las escaleras de La Flamenka hasta la parte más alta del edificio, un destartalado salón con aire bohemio (un candelabro, una Gioconda, un reloj de colores, una guitarra apoyada en la pared, vinilos decorativos) hace las veces de segunda recepción.

Allí, la gente hace una fila a través de la pequeña cocina, desde la azotea, mientras Marcos saca un cerdito azul y va tachando personas en su lista. «El dinero es para pagar la mesa, las luces y lo básico para poder montar esto» , subraya antes de que sea interpelado, dejando claro, además, que «no hay un mínimo de dinero, se invita a la gente a que colabore si quiere, hay quien no lo hace».

Conciertos íntimos

«En 2009, Rafe Offer —fundador de Sofar— invitó a algunos amigos a su piso en Londres para presenciar un concierto íntimo. Ocho personas se sentaron en el suelo del salón de su casa a ver a Dave Alexander actuar. Se podía oír hasta el tic-tac del reloj».

Así definen desde Sofar el tipo de concierto que ellos buscan: í ntimo, hipnótico, vibrante y cercano. Marcos y su pareja, María, estaban de viaje en Londres y acudieron a uno de estos salones.

Marcos quedó prendado de la idea y quiso exportarla a Sevilla. Desde entonces, grupos como Furia Trinidad, Turmalina, Litus o Maga , han pasado a formar parte del cartel de Sofar en Sevilla. «Hay grupos que dicen que nunca les habían prestado tanta atención en un concierto».

Jazz Hábitat actuando en la azotea de La Flamenka Hostel Ángel Bernabéu

Pasadas las ocho de la tarde, Marcos hace de anfitrión (a pesar de que todo los allí presentes somos invitados en La Flamenka): agradece al público que haya acudido a su cita, también agradece a los músicos y los presentes su predisposición, e introduce a los protagonistas de la tarde: Suso Díaz, Jazz Hábitat y My Yellowstone, que bajo una pequeña caseta de estilo ibicenco, florida y rodeada de luces, presentarán unos cuatro o cinco temas cada uno , con unos quince minutos de descanso entre sesión y sesión.

El público es heterogéneo: jóvenes, parejas, grupos de amigos, señores con edad de haber visto a Silvio Rodríguez en el día de su comunión y, además, algún que otro extranjero. Como Dimitri, Valentina y Fanny. Un francés, una italiana y una suiza. Los dos primeros son voluntarios en La Flamenka.

Fanny, por su parte, viene de visita a Andalucía durante algo más de tres semanas y afirma que nunca había asistido a un concierto así. « Mola mucho que el lugar donde te hospedas te reciba con un concierto en su azotea» . Alguno, lógicamente, pensará: Si es una azotea, ¿qué pasa con los vecinos? «Intentamos avisarles y hacerlo además a una hora prudente y que no se alargue. Los invitamos a venir, incluso», explica Marcos con una sonrisa.

Si nadie hace dinero con esta iniciativa, otra duda surge en el ambiente: ¿cómo hacen para encontrar grupos y sitios que se ofrezcan para este tipo de eventos? «Lo más difícil es encontrar el sitio. Grupos hay, y muy dispuestos a encontrar público nuevo con este tipo de formato. Pero en Sevilla no hemos tenido aún muchos salones, que sería muy interesante, y nos cuesta encontrar lugares donde hacerlo. Aunque de momento va todo bien, vamos encontrando lugares curiosos. Los damos a conocer, les damos visibilidad y después, a los dueños les gusta la experiencia».

Para confirmarlo, Ana Pérez, quien está al frente de La Flamenka Hostel, responde: «Al principio estaba un poco reticente, no sabía cómo se iba a comportar la gente. Pero el ambiente es espléndido, son muy respetuosos y es un público estupendo. Repetiría sin duda».

El sol cae, la tarde se diluye, la música hipnotiza. Suso Díaz hace una presentación «folky» de su próximo disco, Jazz Hábitat se apodera de la azotea con un eléctrico directo y My Yellowstone arranca las palmas del público con su rock acústico.

Desde el otro lado de la azotea, Dimitri cabecea siguiendo el ritmo: le gusta lo que escucha. Como él, muchas personas que quizás no conocían estos grupos y hoy han tenido la oportunidad de conocerlos de una forma muy directa e íntima.

Sin barreras, ni empujones, degustando cada nota y compartiendo unos pocos metros cuadrados —y alguna cerveza— con los protagonistas. Al final, se confirma que Rhodes tenía razón: la música lleva luz a sitios donde no llega nada más.

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