UNIDAD DE SUBSUELO DE LA POLICÍA NACIONAL

Los centinelas de la Sevilla subterránea

Un equipo de diez agentes custodia a diario la ciudad invisible que hay bajo tierra, un entramado de más de 400 kilómetros plagado de peligros

Dos agentes de la Policía Nacional bajan a las cloacas de Sevilla JUAN FLORES

Eduardo Barba

Su trabajo pasa inadvertido ante los ojos de los ciudadanos, pero resulta indispensable para garantizar la seguridad colectiva. Realizan su labor a varios metros bajo tierra y, pese a los enormes controles con los que se mueven, lo hacen con el miedo en el cuerpo de que se produzca una inundación, una acumulación de gas tóxico o incluso un derrumbamiento que puede acabar en instantes con sus vidas. La Unidad de Subsuelo y Medio Ambiente de la Policía Nacional , compuesta por auténticos «topos» expertos en cada rincón del endemoniado laberinto subterráneo, trabaja en Sevilla bajo unas condiciones muy peculiares, ya que se trata de una de las ciudades con más agua subterránea por la altura de su nivel freático. Pese a la escasez general de lluvias, la capital andaluza está llena de agua por abajo. Paradojas geográficas.

En esa otra ciudad desconocida que respira bajo la «oficial» existen más de 400 kilómetros transitables, aunque son muchos más si se incluyen los que no lo son pero por donde los policías pueden acceder en caso de necesidad. Al mando de la unidad está el subinspector Jesús Monge , que desde 1990 ha ido montando prácticamente desde la nada un equipo que ahora cuenta con diez personas y medios que ni por asomo tenían hace sólo diez o doce años. «Antes se corría un peligro enorme —explica a ABC— y ya está todo mucho más controlado, con protocolos de seguridad muy potentes, un detector de gases y equipos con muchas garantías, uno de escape y otro de respiración autónoma.

No pueden entrar menos de dos personas, no se accede cuando hay lluvia o posibilidad de precipitación fuerte… Apenas corremos riesgos, pero eso siempre está ahí latente. Por eso el peor enemigo que tenemos quienes bajamos es la costumbre, la confianza, esa falsa tranquilidad que nos podría hacer relajarnos y no estar atentos a lo que hay que estar, por muy acostumbrados que estemos a meternos en el agujero. Nadie que no esté preparado y haya recibido una buena instrucción debería bajar, incluso trabajadores de suministros que no estén bien formados. Es algo que siempre recalcamos y exponemos en las charlas en los colegios o institutos, porque si no conocen los detalles de ese mundo subterráneo, es posible que no vuelvan a subir ».

«Se trata de un ámbito que parece parado en el tiempo o abandonado y es justo al contrario, constantemente se está reformando y mejorando. La ciudad crece y se moderniza por debajo tanto o más que por arriba . Siempre están innovando y las instituciones están volcadas para que el subsuelo tenga las condiciones para dar el mejor servicio a la ciudad. Ya casi todo va por el subsuelo: saneamientos, abastecimiento, fibra óptica….», señala Monge, que recuerda que antes de bajar siempre se miran los planos que aportan las empresas de suministro, que «tienen una predisposición estupenda y trabajan altruistamente con la Policía».

Jesús Monge, a la derecha, con su equipo de trabajo JUAN FLORES

«Esos planos son cruciales para saber por dónde podemos caminar y por dónde no. Y con todo hay que tener especial cuidado, porque donde marca que un colector tiene 1,70 de altura, con los sedimentos que han dejado las lluvias, que aquí son muchas veces torrenciales, al final se queda el espacio en 1,40 o menos, de forma que no está tan claro que se pueda pasar. ¿Se puede gateando? Pues a veces. En otras resulta imposible porque hay zonas donde pueden aparecer contaminantes o gases que no son compatibles con la vida , como el sulfídrico o el monóxido, que te hacen caer en cuestión de segundos. Por eso es vital colocarse el respirador rápidamente. O algún otro colector donde hay más agua de la que parece porque no se ve el fondo y hay que tocar con unas varas para saber hasta dónde llega para no caer dentro». El peligro siempre acecha a la vuelta de la tubería. «Pero límites hay pocos. Si tenemos que entrar en un sitio, entramos ».

Esta unidad especializada, con dos equipos de cinco miembros cada uno, tiene competencias en toda Andalucía occidental y realiza de manera ordinaria un trabajo preventivo con una requisa diaria de edificios oficiales , sobre todo desde que se decretó el nivel 4 de alerta antiterrorista, pero también de viviendas de personalidades y de centros de transporte o con mucha afluencia, como el aeropuerto o la estación de trenes, o bien en eventos de importancia, que en Sevilla hay muchos e incluyen muchas veces la presencia de altas personalidades en la ciudad. «Hay que repasar los lugares por los que va a pasar esa personalidad, el sitio donde se va a alojar, el punto de entrada y salida de la ciudad… Se mira todo el subsuelo con tiempo de sobra. Eso de manera extraordinaria, pero diariamente se hace una labor preventiva muy intensa».

Control de personal

Pero además la Policía controla a todo el que baje para realizar cualquier trabajo de instalación o mantenimiento, que ahora son muy frecuentes «porque se está metiendo todo el suministro y la fibra óptica bajo tierra. Eso hace que haya muchos operarios que son más difíciles de controlar porque trabajan en subcontratas, lo que obliga a la unidad a pedir a los operadores principales la documentación de todos los trabajos que hacen y de quiénes los hacen . Deben tener los permisos para entrar y haber tomado las medidas de seguridad correspondientes, que son muy estrictas. Si es un sitio sensible, además, hemos detener identificadas a todas las personas que van a entrar en el subsuelo. Y también por si pasa algo y hay que rescatar, saber cuánta gente hay y dónde están. Normalmente se comparten teléfonos con el principal encargado de la obra en cuestión, sobre todo por coordinación, porque son muchas las ocasiones en que desde las obras se da aviso a la Policía por haber encontrado algún problema en el subsuelo».

Comandados por Monge y por el oficial Javier Martín, la unidad se dispone a bajar por las alcantarillas de la Puerta de Jerez a otra de sus revisiones a primera hora de la mañana. El más veterano, Paco Pérez, abre la tapa de registro con los imanes y un ejército de cucarachas brota hacia la superficie. La fuerza de la costumbre les hace permanecer inmutables. «Cucarachas hay por todas partes —indica el jefe—, no como las ratas, que, pese a lo que cree la gente, apenas se ven abajo. Son listas y huyen de los humanos en cuanto detectan el mínimo movimiento o ruido. Cucarachas sí hay muchas, pero ocurre como con el olor, que ya se está inmunizado y ni se nota. Nos impresiona más la oscuridad, que es absoluta, aunque estamos acostumbrados y hacemos incluso prácticas de tiro a oscuras . Ola gran humedad, que está sobre el 80% de manera constante, como los 21 ó 22 grados. Siempre es así. Pero a todo se acostumbra uno… Además, alguien tiene que bajar, ¿no?».

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