«Brigada Nocturna»: los ángeles custodios de los sintecho de Sevilla

Este grupo de algabeños lleva más de cuatro años repartiendo comida cada lunes por las calles de la capital

Mari Ángeles Algaba e Isabel Carranza sirven cafés, mientras al fondo les esperan más personas Juan Flores

Jesús Bayort

Una economista obligada a trabajar de dependienta, que imparte clases particulares por las tardes; una restauradora de muebles; y un desempleado que acepta todo tipo de «chapú» que le ayude a llegar a fin de mes. Con esta hoja de servicios se presentan tres ángeles custodios de la inmensa mayoría de deambulantes de las calles de Sevilla. Desde hace cuatro años se autodenominan la « Brigada Nocturn a ». Cada lunes lían sus bártulos e intentan darle compasión y ayuda a estas personas.

Lunes, día 29 de julio. Pasan las once de la noche. No hay nadie por las calles de Sevilla. Unos están en la playa mientras otros se preparan para irse. El santoral señala que es Santa Marta : patrona de los imposibles, del hogar, de las cocineras , amas de casa, sirvientas, casas de huéspedes, hoteleros, lavanderas y de las hermanas de la caridad. Cada uno de esta «brigada» representa alguno de los valores de la hermana de Lázaro y María .

Un grupo de unas veinte personas resalta sobre el resto en la plaza del Duque . Otros tantos lo hacen en la calle San Eloy , en la plaza de la Magdalena o en la Plaza Nueva . No es una vigilia. Ni son grupos de turistas acompañados por un guía. Son personas sin hogar, quienes descubrieron el amor desde la solidaridad de un grupo que les acompaña, alimenta y viste desde hace cuatro años.

Las altas temperaturas que se apoderan estos días de la ciudad hacen que la labor de estos altruistas cobre el mismo sentido que si fuera invierno. Esto, sumado a la «dependencia» que los sintecho han adquirido, obliga a la «brigada» a no tener descanso ni en verano , aunque en esta época vean reducido el número de colaboradores.

Sin descanso

Este lunes, la «brigada» estuvo compuesta por tres miembros de los cinco que conforman el equipo «titular». Desde que comenzaron esta labor altruista sólo han fallado un día en todo el año: el Lunes Santo , ya que los recorridos de las cofradías les impide reagrupar al grupo.

Pese a la falta de recursos, jamás han pedido dinero a nadie . Ni están registrados como asociación para intentar recibir alguna subvención. Sólo tienen un medio de difusión: Facebook . Desde la red azul hacen un llamamiento constante a la sociedad: « Necesitamos magdalenas, zumos, salmorejo, embutidos , pan...». «No queremos que nos den dinero porque eso lo corrompe todo», señala Mari Ángeles, la voz cantante de la «brigada».

Los apellidos de este «equipo» no pueden ocultar sus orígenes: Algaba, Mesta, Carranza ... –sólo falta un Carbonell –. No hay algabeño que no conozca esta causa. La gran mayoría colabora con ellos, aunque es curioso que el ayuntamiento socialista de Diego Manuel Agüera aún no ha tenido ningún reconocimiento para sus vecinos más ejemplares.

No parece casual que su punto de encuentro de cada lunes sea en la plaza de la Concordia. Es ahí donde « Chemi » – José Manuel Carranza – estaciona el coche para que sus compañeras descarguen los tres carritos, y los llenen de comida, cafeteras, botellas de salmorejo y ropa, mientras éste busca aparcamiento (tarea nada fácil por la zona). Y por si fuera poco: también llevan pienso de mascotas porque la mayoría de sus beneficiarios tiene como única compañía algún perro o gato. «Se lo traemos porque se daba el caso que prescindían del fiambre de sus bocadillos para dárselo a sus animales».

Habitualmente preparan unos cincuenta paquetes , donde cada uno suele incluir un bocadillo, zumos, magdalenas y alguna pieza de fruta (depende de las donaciones que hayan recibido esa semana). Además de las cafeteras, por estas fechas s uprimen del menú los caldos de puchero por gazpacho o salmorejo. Dentro de una enorme bolsa que parece sacada de una mudanza, transportan toallas, camisetas, polos, pantalones largos o cortos y calcetines, que deben administrar para que cada persona reciba algo.

Su primera parada es en la plaza del Duque. Más de veinte personas aguardan en grupo. No hay un patrón repetido en sus estéticas. Los hay que cuidan su imagen tanto que jamás nadie diría que «están en la calle» . Algunos vienen en bicicleta desde diferentes puntos de la ciudad. La mayoría es reticente a las fotos. Tampoco quieren hablar «para no recordar sus desgracias», reconocen.

José Rivera, un carpintero en paro de 61 años, coge una bolsa con comida que le ofrece «Chemi» Juan Flores

Aquí se presenta Antonio (seudónimo), quien asegura haber jugado en el Betis hace más de treinta años. La eufórica bienvenida a su benefactora destaca entre el resto: «Aquí está mi Mari Ángeles, lo más bonito de toda Sevilla ». Sorprende su aspecto y buen olor: «Yo voy arreglado porque no me gusta que quien me conozca sepa que estoy en la calle. Esta situación no tiene por qué hacerme perder la dignidad».

Mala vida

Tras dejar el fútbol tuvo « malas compañías » que le abrieron un futuro de lo más oscuro: «Empecé vendiendo drogas y eso me llevó a la cárcel . Desde entonces estoy enganchado, y no soy capaz de quitarme. Prefiero venirme a vivir por las calles del Centro porque aquí me controlo, y si voy a mi barrio ( Tres Mil Viviendas ) recaigo». Allí tiene a su madre, sus dos hijas y respectivos nietos. Desde hace unos meses cobra el subsidio por ser mayor de 52 años –430 euros al mes–. Además, asegura que alguna vez ha tenido que pedir y que su recurso más habitual es aparcar coches . Interrumpe la entrevista para hacer una petición: «Mari Ángeles, guárdame una camiseta que me dejan sin nada».

La gran mayoría recoge su comida y sale huyendo. Cada uno de ellos tiene «asignado» un portal de la zona para dormir , pasadas unas horas no se respeta esa norma y pierden su sitio. La ruta continúa: calle San Eloy-callejón de los Pobres-Plaza de la Magdalena . No todos reciben a esta «brigada» del modo más cariñoso, pero ni con esas cesan en su labor. Un sintecho, dormido bajo la entrada de una entidad bancaria, les hace gestos de desprecio. Aun así le dejan su correspondiente bolsita con alimentos y bebidas.

Por el camino recuerdan a José, un impedido habitual que un lunes no apareció, y eso les preocupó. Lo encontraron en el Hospital Universitario Virgen Macarena, donde le acaban de amputar, debido a su diabetes, la única pierna que conservaba . Fueron su compañía durante su larga estancia de ingreso. Sólo dejaba que ellos lo ducharan y le dieran de comer. Desde entonces no pararon hasta conseguirle una plaza fija en un albergue cercano.

Aunque estos filántropos no ven con buenos ojos el procedimiento de los albergues públicos de la ciudad: «Tienen que inscribirse en una larga lista de la que sólo consiguen plaza para cinco o seis días ».

Un conocido bar de copas de la Plaza Nueva rebosa de clientes cuando avanza la madrugada del martes. A nadie le llamó la atención ver a una treintena de personas agolpadas cerca de la puerta del Ayuntamiento.

La operación continúa con normalidad: « ¿Quieres huevo y jamón con el salmorejo ?». «Échame todo lo que se pueda, que estoy desmayado . Algunos rostros reflejan estragos de haber estado «consumiendo» durante el día.

Aquí se presenta José Rivera Ramos , de 61 años, que ha pasado más de cuarenta dedicado a la carpintería , con especialidad como ebanista. Asegura que en su empresa propia llegó a tener hasta siete empleados. Un conflictivo divorcio, el robo de un par de máquinas propias, sumado a la crisis que experimentó el negocio –según señala, por culpa de los costes tan difíciles de igualar del mercado chino–, le llevaron a tener que echarse a la calle hace varios meses .

Los cafés siempre acompañan a esta «brigada» Juan Flores

Recuerdan con ahínco cuando uno de estos hombres había conseguido un trabajo: «Es un señor que suele cuidar su imagen hasta tal punto que nadie se imagina cómo vive . Lleva años acudiendo a diario a la biblioteca municipal para enviar currículums por correo. En una ocasión encontró un trabajo y justo antes de firmar el contrato se enteraron de su situación, y lo desecharon. Tuvimos que recogerle en estado de embriaguez . Jamás lo habíamos visto así. Fue el peor día de mi vida», señala Mari Ángeles.

Llegados a la capilla de San Onofre quedan algunos bocadillos. Una norma inquebrantable es que no se vuelven hasta que no vacíen los carros. Antes de continuar por la Avenida entran en la adoración eucarística perpetua. Después de lo vivido, sólo queda sentir la presencia de Dios .

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