Atentado contra las Torres Gemelas de Nueva Yokr el 11 de septiembre de 2001
Atentado contra las Torres Gemelas de Nueva Yokr el 11 de septiembre de 2001 - ARCHIVO
ENFERMEDADES CRÓNICAS

Los supervivientes del 11-S tienen mayor riesgo de infarto y enfermedades respiratorias

Transcurrida una década del atentado, las personas que estuvieron expuestas a la nube de polvo o sufrieron lesiones físicas tenían mayor riesgo de diversas enfermedades crónicas

MADRID Actualizado: Guardar
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El próximo 11 de septiembre se cumplirán 16 años del ataque terrorista de Al Queda contra las Torres Gemelas de Nueva York (EE.UU.), atentado que provocó un total de 2.602 muertos y 24 desaparecidos –a los que se suman las 157 víctimas que viajaban en los dos aviones empleados en el ataque–. Sin embargo, el atentado sigue teniendo aún a día de hoy consecuencias, y muy graves, para la salud de los supervivientes. Y no solo por los problemas de salud mental, muy especialmente asociados al trastorno por estrés postraumático, derivados del ataque. Y es que como muestra un estudio llevado a cabo por investigadores del Departamento de Salud e Higiene Mental de la Ciudad de Nueva York, las personas que sufrieron lesiones físicas o estuvieron expuestas a la nube de polvo y humo creada por el desmoronamiento de las Torres Gemelas tienen un mayor riesgo de acabar padeciendo un infarto o distintas enfermedades respiratorias –caso, sobre todo, del asma.

Como explica Robert Brackbill, director de esta investigación publicada en la revista « Injury Epidemiology», «nuestros hallazgos muestran que la exposición intensa en un único día, esto es, el primer día del desastre, contribuye de forma substancial al riesgo de desarrollo de enfermedades crónicas. El seguimiento continuo por los profesionales sanitarios de las personas que se encontraban en las proximidades del World Trade Center el 11 de septiembre está garantizado para el futuro».

Nube de polvo y lesiones

El objetivo del estudio fue evaluar la posible asociación entre la exposición intensa a la nube de polvo o las lesiones físicas sufridas el 11 de septiembre de 2001 y la aparición de patologías crónicas al cabo de más de una década –entre los años 2010 y 2012.

Concretamente, y para llevar a cabo el estudio, los autores contaron con la participación de 8.701 ciudadanos de Nueva York que sobrevivieron al ataque del World Trade Center, de los que 7.503 trabajaban en las Torres Gemelas, 249 colaboraron en las tareas de rescate, 131 residían en las Torres y 818 eran transeúntes. Y del total de participantes, el 41% había experimentado una exposición intensa a la nube de polvo y humo, el 10% había sufrido una única lesión física, el 2% padeció dos lesiones y el 1% tres o más lesiones.

La exposición intensa en un único día contribuye de forma substancial al riesgo de desarrollo de enfermedades crónicas
Robert Brackbill

Transcurridos 10 u 11 años, los autores registraron 327 nuevos casos de diabetes, 308 de asma, 297 enfermedades pulmonares no cancerígenas y 92 infartos agudos de miocardio.

Los resultados mostraron que el número de tipos de lesiones físicas sufridas –caso entre otras de fracturas óseas, traumatismos craneoencefálicos y esguinces de tobillo– el día del ataque se asoció de forma dosis-dependiente con el riesgo de padecer a una angina de pecho o un infarto agudo de miocardio. Es decir, a mayor número de lesiones, mayor probabilidad de sufrir un episodio cardiovascular.

Por su parte, el desarrollo de trastorno de estrés postraumático, el haber trabajado en las tareas de rescate o el ser fumador se asoció con un riesgo significativamente superior de desarrollar una enfermedad pulmonar no tumoral distinta del asma. Y asimismo, la exposición a la nube de polvo y humo conllevó una probabilidad mayor de haber desarrollado asma. Sin embargo, ninguno de estos factores –ni el haber sufrido una lesión física– se asoció a un mayor riesgo de diabetes.

Más de 71.000 supervivientes

Los datos de los supervivientes del 11-S fueron extraídos del Registro de Salud del World Trade Centre, en el que se han recopilado los datos de salud tanto física como mental a lo largo de tres periodos de tiempo –2003-2004, 2006-2007 y 2011-2012– de 71.431 personas expuestas a los atentados. Y si bien el Registro cuenta con una cuarta oleada final –por el momento– de recogida de datos, estos no fueron contemplados en el nuevo estudio.

Y en este contexto, ¿cómo es posible que, partiendo de unos datos tan ‘vagos’, pueda establecerse una relación tan concreta y precisa entre las lesiones físicas y sus consecuencias una vez ha transcurrido una década? Pues la verdad es que no se puede. Y es que como reconocen los propios autores, el número de tipos de lesiones tuvo que ser utilizado como una medida ‘aproximada’ de su gravedad dada la ausencia de una información específica sobre la gravedad, localización y tratamiento de estas lesiones.

Sea como fuere, concluye Robert Brackbill, «investigaciones previas han demostrado que más de un tipo de lesión se asocia con un incremento del riesgo de mortalidad y con estancias hospitalarias más prolongadas».

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