Células madre de glioblastoma multiforme
Células madre de glioblastoma multiforme - ARCHIVO
CÁNCER

Hallan la clave para un tratamiento más eficaz del tumor cerebral más común

Las células madre del glioblastoma no comparten el mismo estado de diferenciación, por lo que presentan distintos niveles de sensibilidad a la quimioterapia y a la radioterapia

MADRID Actualizado: Guardar
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El glioblastoma multiforme es uno de los tumores más prevalentes y mortales del cerebro. No en vano, y dada su localización, se trata de un tumor muy difícil de extirpar quirúrgicamente y muy resistente tanto a la quimioterapia como a la radioterapia, lo que provoca que la supervivencia media de los pacientes no supere, aún a día de hoy, los 15 meses. Pero, con independencia de que se encuentre en el cerebro, ¿cómo se explica que este tumor sea tan difícil de tratar? Pues según muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Uppsala (Suecia), por el simple hecho de que las células madre que dan lugar al tumor –las denominadas ‘células iniciadoras del glioblastoma’ (GIC)– se encuentran en distintas fases de maduración.

Y dado que su sensibilidad –o resistencia– a los tratamientos difiere según su estado de desarrollo, es muy difícil poder erradicarlas todas –por ejemplo, la quimioterapia es capaz de eliminar a las GIC en una fase específica de maduración, pero no así a las demás, que seguirán desarrollándose y aumentando el volumen tumoral.

Como explica Anna Segerman, co-directora de esta investigación publicada en la revista « Cell Reports», «en nuestro trabajo hemos observado una relación entre el nivel de resistencia y las características moleculares del tumor que se encuentra ligada al pronóstico de la enfermedad. Un estado celular resistente de las GIC conlleva unas características moleculares asociadas a un peor pronóstico, mientras que los estados celulares sensibles presentan unas características asociadas a unos mejores resultados clínicos».

Cada una por su lado

La principal dificultad del tratamiento del glioblastoma no es que los actuales tratamientos quimioterápicos y radioterápicos no sean efectivos. El verdadero problema es que una vez se logra la reducción del tumor y se interrumpe el tratamiento, las células iniciadoras del glioblastoma comienzan a crecer otra vez, lo que da como resultado que el tumor aumente su volumen de forma progresiva.

En consecuencia, el objetivo fundamental de las terapias frente al glioblastoma debe ser la eliminación de estas GIC. Sin embargo, como muestra el nuevo estudio, los actuales tratamientos no son eficaces frente a todos los estados de maduración de estas GIC. Es decir, un fármaco puede llegar a erradicar todas las GIC en una fase de maduración –o diferenciación– determinada, pero no así al resto. Y dado que un único tumor contiene una mezcla de GIC en diferentes estados celulares, la cura del glioblastoma se presenta como una misión prácticamente imposible.

Necesitamos nuevos tratamientos para reprogramar las GIC y hacerlas más sensibles a la radiación y a los fármacos
Bengt Westermark

Es más; el estudio también muestra que los estados celulares en los que se alcanza una resistencia no solo a uno, sino a todos los fármacos, también confieren una resistencia a la radioterapia.

Como refiere Anna Segerman, «un resultado interesante de nuestro estudio es que las GIC no se incluyen en distintos grupos de respuesta a los tratamientos. Por el contrario, la diferencia en la respuesta puede describirse mejor como un continuo de células con diferentes niveles de resistencia».

En busca de la homogeneidad

Entonces, y dada la mezcolanza de células madre más o menos maduras en el glioblastoma, ¿qué se puede hacer para erradicar, de una vez por todas, el tumor? Pues básicamente, eliminar esta heterogeneidad tumoral. O dicho de otra manera, diseñar nuevos tratamientos que induzcan a todas las GIC a volver a un estado celular más sensible a los tratamientos. Y una vez todas las GIC se encuentren en un estado similar y no resistente, ‘tan solo’ habría que administrar radioterapia y/o quimioterapia para destruirlas definitivamente.

Como indica Bengt Westermark, co-director de la investigación, «nuestra teoría es que la mezcla de GIC con diferentes niveles de resistencia se forma por una deriva entre los distintos estados celulares. Así, un mayor conocimiento de los mecanismos subyacentes posibilitaría el desarrollo de nuevos tratamientos para reprogramar las GIC y hacerlas más sensibles a la radiación y a los fármacos».

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