Centenario de la coronación

Un día tan gozoso como el de hace un siglo

La aldea almonteña conmemora el 8 de junio la gesta de la investidura de su Patrona en feliz coincidencia con el sábado de Romería y la apertura del Año Jubilar

Imagen del momento de la Coronación, del documental «Doce estrellas para una Reina» de Javier Coronel ABC

M.A. Jiménez / M. Humanes

El Rocío bulle, destila alegría por todos sus poros, se regocija en el estallido de cada cohete, en el repicar de las campanas del Santuario y de cada casa de hermandad. Hoy es sábado de Romería, un día de por sí lleno de alborozo, con ese júbilo que traen, tras finalizar otro camino, las hermandades filiales y las que aspiran a serlo, y que derraman, cada una a su manera, al llegar a las puertas del Santuario.

Pero, además, este 8 de junio se cumplen 100 años desde que el cardenal Enrique Almaraz depositara sobre la cabeza de la imagen que tan tiernas devociones concita una presea de Reina, dorada y cincelada sobre las donaciones que con tanto sacrificio y fervor habían realizado sus hijos. Exactamente como la que lleva hoy, de estreno, 100 años después, para celebrar tan magnífico aniversario.

La efeméride no es cualquier cosa. Si ya de por sí el mero acto de coronar una imagen es trascendental para quienes le profesan su fe, en el caso de la Virgen del Rocío, una devoción con unas connotaciones espaciales y místicas tan peculiares , supuso un punto de inflexión determinante que contribuyó a multiplicar exponencialmente el número de fieles que a partir de entonces acudieron a sus plantas.

En efecto, la devoción a la Blanca Paloma pasaría de un ámbito que no podía considerarse siquiera regional, - cabe recordar que hasta 1933 sólo había 12 filiales y las más lejanas geográficamente eran Huelva y Triana-, a alcanzar incluso la internacionalización con la creación de la Hermandad de Bruselas rayando ya el nuevo milenio y el centenar de filiales. Entre una cosa y otra, se iban adhiriendo hermandades de todo el territorio nacional hasta las 124 que se cuentan hoy.

La máxima constatación se produciría en junio de 1993, cuando el papa San Juan Pablo II visitó la aldea

Pero además del crecimiento cuantitativo de la devoción rociera , de forma paralela y espoleado sobre todo por el nacimiento y proliferación de los medios de comunicación de masas, se producía también un crecimiento cualitativo y la adquisición progresiva de una dimensión social y religiosa sin parangón en otras devociones. La máxima constatación se produciría en junio de 1993, cuando el papa San Juan Pablo II visitó la aldea. Esta visita y su visible impresión tras rezar con recogimiento ante la imagen supusieron la sanción de la Iglesia a una devoción genuinamente popular.

Antes, durante y después, otras muchas personalidades -artistas, personajes de la vida social, políticos y hasta monarcas, con mención especial a los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía- , se han sentido atraídos por la aldea almonteña, por la manifestación de fe que en ella se despliega y por la imagen de la Virgen del Rocío.

Muñoz y Pabón

Curiosamente, la coronación de la Blanca Paloma, esa advocación llena de misterio que embargaba el corazón de quien se asomaba a la ermita blanca situada en un paraje tan bello como inhóspito del rincón suroeste del país , no fue la primera ni la única de principios del siglo XX, cuando se vivió, tanto en España como en América, una auténtica fiebre de coronaciones canónicas. Un ejemplo es la coronación de la sevillana Virgen de los Reyes, patrona de la capital andaluza, en la que participó activamente quien está considerado como el artífice de la coronación de la Virgen del Rocío: el religioso, literato y humanista Juan Francisco Muñoz y Pabón.

El hinojero promovió este acto de reconocimiento supremo de la extraordinaria advocación por la que él sentía una especial devoción aprovechando la buena situación sociocultural que se había granjeado con los años en la capital andaluza, donde era un destacado miembro de ciertos ámbitos sociales, culturales y literarios. El 25 de mayo de 1918 lanzó un artículo en el periódico El Correo de Andalucía en el que, bajo el título de «La pelota está en el tejado», lanzaba el órdago de la coronación de la Blanca Paloma públicamente.

Sin embargo, no es la primera referencia escrita que encontramos en la historia del camino hacia la coronación de la Virgen del Rocío. Unos años antes, en 1915, otro religioso, el presbítero Cristóbal Jurado Carrillo, párroco de Niebla , concursaba en el Certamen Literario Nacional que en su 53 edición organizaba la Academia Bibliográfica Mariana de Lérida con un cuento titulado El traje de luces.

Puerta de la ermita primigenia en una foto de 1919 ABC

En este cuento, tal y como explica Santiago Padilla Díaz de la Serna en la Recensión del número cinco de la revista Exvoto , el autor lanza por primera vez la idea de la coronación de la Virgen del Rocío a través de las aventuras y desventuras del personaje protagonista, Manolillo «El Choquero», un joven onubense, muy pobre, que aspira a convertirse en un gran torero, muy devoto de la Cinta y de la Virgen del Rocío. A Manolillo enconmienda la Blanca Paloma, en un momento del relato, la responsabilidad de reclamar su coronación ante las altas instancias religiosas de la capital hispalense, encomienda que El Choquero afrontó con humildad y diligencia y por la que fue recompensado.

Muñoz y Pabón, que donó un obsequio al certamen y que por tanto recibiría un ejemplar, como indica Padilla en la introducción al cuento, tuvo necesariamente que conocer esta obra, que sería reeditada más tarde por el propio autor y publicada ya en 1919. En esta reedición, Cristóbal Jurado Carrillo reivindicaba su papel en la gestación de la idea de la coronación de la Virgen del Rocío que se había producido algunas fechas antes, aunque de poco le sirvió, ya que su contribución al histórico momento ha pasado siempre desapercibido.

Las cartas de adhesión

Sea como fuere, Juan Francisco Muñoz y Pabón fue quien tocó los resortes necesarios para convertir una idea en realidad y con habilidades políticas, se encargó de apuntalar los compromisos y apoyos que iba recibiendo publicando en la prensa las cartas de adhesión al proyecto. Consiguió formar una Junta Central de Caballeros y Señoras, Juntas Locales en La Palma del Condado y en Almonte y tramitar los expedientes en el Vaticano, además de recaudar los fondos necesarios para elaborar las coronas de la Virgen y del Niño.

La feliz noticia de la concesión vaticana llegaría el 8 de septiembre de 1918, cuando Benedicto XV dio rúbrica al acta y pidió específicamente al cardenal Almaraz que ejecutara su mandato, que se materializaría tal día como hoy de hace 100 primaveras.

Narraba en su crónica Ignacio de Cepeda y Soldán que Enrique Almaraz depositó la corona sobre las sienes de la Blanca Paloma exactamente a las once y cuarto de aquella mañana de junio «en medio del más encendido júbilo de los presentes», especialmente de Muñoz y Pabón, que con gran emoción veía recompensados todos sus esfuerzos.

Tan insigne fecha tenía que conmemorarse de forma meritoria y ese ha sido el empeño de la Hermandad Matriz de Almonte , que ha desarrollado un intenso calendario de actividades. Entre ellas destacan el ciclo de mesas redondas Cita con la Historia o la presentación del cartel de Juan Miguel Martín Mena, una imponente obra de estilo modernista. El calendario de conmemoraciones ha tenido dos momentos álgidos: la procesión extraordinaria de la Virgen del Rocío celebrada el 8 de septiembre, coincidiendo con el centenario del acta vaticana; y la exaltación y presentación del himno, ambos a cargo del compositor sevillano Rafael González Serna, con los que, aún sin saberlo, supondrían el epílogo a una vida y una obra plenas de devoción y talento.

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