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El perro guía que regresó a la torre para salvar a su dueño en el 11-S

El hombre lo liberó para que pudiese escapar, pero el can volvió en su busca

Madrid Actualizado: Guardar
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Recientemente se han cumplido 15 años de la tragedia del 11-S, los atentados terroristas contra el World Trade Center que causaron cerca de 3.000 muertes. Desde aquella funesta jornada, el mes de septiembre tiene siempre una parte de luto en Estados Unidos, con las víctimas y sus familias en la memoria de todo el país y especialmente de la ciudad de Nueva York. Paralelamente, se intenta rescatar la esperanza entre la tristeza y la rabia recordando a los héroes que evitaron que la tragedia fuese aún más grave. Entre ellos está Salty, un perro protagonista de una asombrosa historia de valentía y lealtad que nos cuentan en el blog The Dog Painter.

El 11 de septiembre de 2001, Omar Eduardo Rivera, invidente, estaba trabajando en el piso 71 de una de las Torres Gemelas.

Como siempre, junto a él estaba su perro guía, Salty, preparado para asistirle cuando necesitase desplazarse. Rivera estaba concentrado en la preparación de unas reuniones laborales cuando escuchó un terrible estruendo varios pisos sobre él. El edificio comenzó a temblar y su ordenador se estrelló contra el suelo. El hombre percibió cómo el can se movía nerviosamente de un lado a otro de la estancia, «como tratando de averiguar qué estaba pasando», relata.

Tras comprender que la situación era una emergencia, Rivera agarró la correa de Salty y caminó hacia la salida más cercana. No tardó en darse cuenta de que tendría muy difícil salir con vida de la torre. «Supe que sin poder ver no podría bajar las escaleras y superar los obstáculos como otra gente», confiesa. Por eso, desesperado, trató de dar a su compañero una oportunidad de salvarse. «Le ordené que se marchase, pero a los pocos minutos regresó a por mí», recuerda con emoción, «era como si me estuviese diciendo que estábamos juntos, que mientras estuviésemos allí permaneceríamos juntos».

Milagrosamente, la pareja consiguió descender los 70 pisos entre el gentío y el caos generalizado hasta alcanzar el piso inferior y salir a la calle. En el exterior, Salty se encargó de abrir camino a toda velocidad para alejarse del edificio. La torre se vendría abajo pocos minutos después. «Fue increíble. En ese momento supe que Salty me quería tanto como yo a él. Estaba dispuesto a morir por la posibilidad de salvarme. Lentamente, me guió escalón tras escalón», explica Omar Rivera, que no duda en asegurar que debe la vida a su perro guía.

Teniendo en cuenta lo ocurrido en los últimos quince años, la afirmación no es ni mucho menos exagerada. Durante estos tres lustros, Rivera ha podido seguir viviendo junto a su esposa, asistir a las bodas de sus hijas y disfrutar del nacimiento de sus dos nietas, Isabella y Sofía, de 7 y 3 años de edad. Salty murió en mayo de 2008, un año después de retirarse de su trabajo de perro guía y recibir innumerables honores y reconocimientos. El más grande de todos ellos, el cariño eterno de su dueño: «Siempre tendrá un lugar especial en mi corazón. Ver crecer a mi familia y a mis hijas es un gran regalo. La vida es un regalo».

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