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Cristiano Ronaldo, al marcar el segundo gol - efe
Real Madrid

El Real Madrid vuelve a abrir brecha

Buen partido de los de Ancelotti, que volvieron a realizar un juego vistoso (0-2)

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Elche902Real Madrid

En las cercanías del estadio un hombre vendía su mercancía: «¡Partido importante ¡Las pipas por delante!». Alguien le seguía en la rima: Con la luz que hay en Elche, jugar de noche además de error es un derroche.

Mientras los equipos calentaban un señor perdía la vida. Un montón de vestimentas fosforecentes se turnaban en darle masajes cardíacos durante minutos. Era angustioso observarlo. Antes del inicio fue evacuado aún con vida entre aplausos del público cercano. Esos aplausos se mezclaban con otros dedicados al Madrid de baloncesto. Se miraba con un ojo eso y con otro el calentamiento. Mezcla desasosegante de sensaciones. Apetecía irse detrás del hombre y su suerte.

[Narración y estadísticas del Elche-Real Madrid]

El Madrid empezó evocando sus mejores momentos de esta liga, partidos como el de Granada y su frecuencia de ocasión cada minuto y medio.

Escribá quería defender arriba y la defensa ilicitana tenía muchos despistes. El Madrid empezó con balones de Isco a la espalda, arranques de Bale, puntuales presiones de Benzema, llegadas de Marcelo y remates de Cristiano. Difícil ser más completo. Una de las ocasiones la paró Tyton heroicamente: ni de puños, ni de palomita. Esa imagen del portero con el dolor del descascarillamiento resumía el asedio. El Madrid salió con ganas y su fútbol se encendía en las bandas. El equipo oscila entre Bale e Isco, que en su primer control reaniman el juego haciéndolo oblicuo, avieso.

Silva siguió enseñando las gracias que le adornan. Se empezó a integrar en el juego. Domina la falta táctica, centra en banda, tiene toque y regate en espacios reducidos y acompaña la progresión en banda.

A Isco se le bajaron las medias durante un rato y mientras jugó así comprobamos, turbados, que sus piernas tienen la carnosa sinuosidad de las de Angie Dickinson.

Varane mostró algo de su pavonismo, buenas maneras que no se le terminan de ir. En el Elche iban juntándose las líneas, la defensa se hacía más densa. Los jugadores se señalaban unos a otros el lugar al que acudir como zahorís frenéticos y los dos medios, Adrián y Pasalic, tapaban los entrehuecos a Benzema. Si no fuera un palabro, se diría que juega en los intersticios.

A la media hora el Madrid empezó a perder ritmo. Era como el cansancio ante la insistencia de los propios argumentos, ese hastío de ser que nos entra tras un rato oyéndonos hablar. Vimos en esos minutos que el éxito del fútbol está en que la alternativa es el baloncesto y que Casillas se queda en su portería como nosotros en el portal cuando llueve. Sale y regresa con el mismo fastidio. A Benzema le anularon un gol en el 38 no se sabe muy bien por qué, si por falta, juego peligroso o fuera de juego y el Elche vio premiado su progresivo orden táctico con un chut a portería, el primero.

El primer tiempo terminó con una ruleta de Isco ovacionada por todo el estadio. Es un Iniesta sin necesidad de Copa del Mundo, un Sandro conseguido (ese proyecto del valdanismo teórico). En todos los campos provoca un delirio. Al español, tanto como su mujer (o puede que más) le gusta Isco.

«Isco, Isco», una rogativa

El Madrid salió del descanso con dos minutos de falta de tensión y tuvo que intervenir Casillas. Hubo una falta desgarradora de Aarón a Bale, tan descarada que tuvo hasta belleza plástica. Había “tackling”, deslizamiento y conocimientos anatómicos por cómo buscaba la articulación.

Tapando los espacios el Elche se fue haciendo pequeñísimo y llegó el gol del Madrid. Ronaldo jugó como extremo zurdo y el balón, por carambola de un error local, acabó en Benzema. El mérito era la verticalidad obsesiva de Ronaldo en la jugada, que en esas cosas se distingue de Bale: en la rectitud de su intención.

El Elche ahora se tenía que estirar. Pero qué epopeya iba a ser esa... y qué fácil se dice después de una hora en posición fetal. El Elche había hecho un partido estupendo con lo suyo, pero el 0-1 impuso la laxitud general en el estadio. De repente, y sin venir a cuento porque no andaba en la jugada, parte del público empezó a cantar el ¡Íker, Íker! Pero qué ha pasado, se preguntaban sobresaltados los periodistas. No, nada. El juego estaba en otro sitio, pero a los casillistas de repente les dan estos arrebatos. Tras un par de llegadas madridistas, el partido se cerró con una jugada antológica. Isco llegó hasta la banda enseñando alternativamente una cadera y la otra centró con la zurda y Cristiano remató con la altura de sus mejores goles y con toda la frontalidad de su cabezonería.

El Elche ya casi no volvió a salir de su campo. Marceló intentó un regate de especialista cinematográfico e Isco consiguió otra ovación por lo chicuelinesco. El Madrid buscaba un gol rococó bajo el feliz grito ibérico de Isco, Isco; grito que a veces suena a rogativa.

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