Historia

Enrique de la Cuadra, el utrerano que legó a la ciudad el teatro y diseño la Utrera moderna

Nacido en el siglo XIX, De la Cuadra arregló calles de tierra, restauró iglesias y modernizó el cultivo del aceite

Enrique de la Cuadra es un personaje fundamental para conocer el tránsito de Utrera del siglo XIX al XX R.A.H.

Alberto Flores

El siglo XIX en Utrera no era ni mucho menos un momento sencillo para vivir. Atrás habían quedado los siglos gloriosos en los que la ciudad se benefició del trasiego propio de navegantes, marinos y aventureros que pasaban por Utrera camino de los puertos gaditanos para tomar los navíos que se dirigían al nuevo mundo. El pueblo se dividía de manera radical entre pobres jornaleros que no tenían un techo bajo el que cobijarse y grandes hacendados que sin mover un dedo tenían grandes capitales. Pero en la segunda parte de esta centuria, aparece un personaje irrepetible , que en cierta manera llevó a Utrera al siglo XX con ilusiones renovadas y con un enfoque completamente distinto, se trata de Enrique de la Cuadra, el hombre que –junto a su padre Clemente- puede considerarse como el creador de la Utrera moderna.

De la Cuadra, nacido en el año 1842, fue uno de los hombres más ricos de la historia de Utrera, pero sigue siendo recordado en la actualidad porque utilizó parte de su capital y de su mentalidad ilustrada para cambiar y mejorar la ciudad en la que vivía. Enrique de la Cuadra adoquinó calles y las dotó de alcantarillado, restauró templos como la iglesia de Santiago o el convento de las Madres Carmelitas, construyó el primer teatro de Utrera –que hoy en día sigue siendo el principal recinto cultural de la localidad-, abrió nuevas avenidas para conectar de una manera digna el centro de la ciudad con la estación de tren y aplicó adelantos técnicos a la entonces arcaica producción de aceite que se llevaba a cabo en los campos utreranos. Su interés por la cultura le llevó también a propiciar el surgimiento de periódicos locales y a encargar la recopilación de la entonces fragmentada obra de uno de los intelectuales más curiosos que ha dado la historia utrerana: el Abate Marchena.

Vida fulgurante

Todo ello en sólo 52 años, ya que Enrique de la Cuadra vivió poco más de medio siglo, aunque su ímpetu le llevó a no desperdiciar ni un momento de su vida, aplicando los ideales propios de la ilustración a un pueblo que veía atrasado y anclado en formas de vida que ya no conectaban con los vientos de cambio que se vivían en otras ubicaciones geográficas de España y Europa.

Nació en Utrera, pero su juventud discurrió entre Santander, Francia y Bélgica, para volver posteriormente a su localidad natal y casarse con Marciala Sainz de la Maza – nacida en El Real del Catorce (México), hija de Santos Sainz de la Maza quien había sido compañero de aventuras de su padre Clemente en tierras mexicanas. Como explica Fernando de la Cuadra Durán en una pequeña biografía sobre su bisabuelo «se unían los hijos de dos indianos que habían triunfado en la vida, dos familias oriundas de las montañas cántabras que hablaban con acento mexicano».

Es decir, su padre y su suegro –nacidos en Cantabria- habían hecho fortuna en América, por lo que Enrique se postulaba como el heredero natural de un ingente patrimonio, que al término de su vida se cuantificó en 11.000 hectáreas de tierra y casi medio centenar de inmuebles en el casco urbano. Enrique se dedicó a gestionar todas sus posesiones y a hacer sus pinitos en el mundo de la política, llegando a ser concejal, alcalde y formando parte del congreso de los diputados.

El salón árabe del Ayuntamiento de Utrera es uno de los legados de Enrique de la Cuadra A.F.

Uno de sus principales objetivos fue el de mejorar el sistema de refinado de aceite de oliva que en aquellos años se practicaba en Utrera, así acapara innumerables haciendas y cortijos de toda la zona, hasta el punto de que la leyenda popular indicaba que «ni él mismo sabía el patrimonio que tenía». Siguiendo el ejemplo de las pujantes industrias que ya se habían instalado en el País Vasco y en Cataluña, Cuadra trata de imitar ese modelo en Utrera con la puesta en marcha de su fábrica de aceite , creando un producto que deslumbró en diferentes exposiciones celebradas en Barcelona, Viena, París o Viena, donde su aceite consiguió numerosas menciones.

En la plaza de Gibaxa construyó la preciosa casa-palacio donde hoy se ubica el ayuntamiento

Enrique financió de su propio bolsillo obras que sacaron a Utrera de de oscura época, arreglando iglesias que se caían y convirtiendo en amplias avenidas zonas que sólo eran polvorientos caminos de tierra repletos de charcos. Deslumbró al pueblo entero con la construcción de la casa-palacio de la plaza de Gibaxa –la sede actual del ayuntamiento-, en un edificio con más de dos mil metros cuadrados, que contaba con instalación eléctrica en todas sus estancias -algo impensable para la época- y donde dio rienda suelta a la creatividad de los artistas forjando los espectaculares salones historicistas (alemán, árabe, chino y pompeyano).

En 1887 abría sus puertas el teatro La Scala , sin lugar a dudas el legado más importante que Enrique de la Cuadra legó a su pueblo, un coqueto y precioso recinto cultural, que en la actualidad mantiene abiertas sus puertas y en el que desde entonces los utreranos han disfrutado de innumerables representaciones. En 1894, fallecía Enrique de la Cuadra, dejando a la Utrera del siglo XX un legado incuestionable, que todavía hoy es posible detectar en sus calles.

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