Lebrija

El mejor algodonero de Sevilla comenzó como jornalero cuando era niño

El lebrijano Manuel Monge consigue una media superior a 6.500 kilos de algodón por hectárea

Manuel Monge muestra el premio como mejor algodonero de 2017 concedido por Algosur ALEJANDRO HERNÁNDEZ

ALEJANDRO HERNÁNDEZ

El origen del cultivo del algodón en el Bajo Guadalquivir se remonta a la Lebrisah musulmana de los siglos VIII y IX. Desde entonces, esta fibra vegetal ha estado siempre unida a la historia de Lebrija influyendo de forma decisiva en su desarrollo económico y en la vida de sus habitantes principalmente durante la segunda mitad del siglo XIX y todo el siglo XX, cuando se produce un verdadero auge de la producción de algodón, de tal manera que todas las familias lebrijanas han estado vinculadas al cultivo de una u otra forma: como jornaleros o como propietarios de las tierras de cultivo, como conductor de maquinaria o como obrero en las desmotadoras y en las factorías de hilatura .

En este mundo se enmarca la vida laboral de Manuel Monge, agricultor lebrijano de 54 años de edad, casado y con dos hijas, el penúltimo de una familia de 11 hermanos dedicados, al igual que sus padres, «a trabajar en el campo» puntualiza a ABC de Sevilla cuando recuerda que comenzó a recoger algodón a mano «cuando tenía 8 o 9 años en las tierras de El Trobal», una de las tres pedanías de la vecina localidad de Los Palacios y Villafranca. «Fuimos al colegio, pero no pisamos el instituto y mucho menos la universidad», apunta el algodonero.

Al cabo de los años, su dedicación al algodón, primero como jornalero y ahora como propietario de dos parcelas en las marismas de Lebrija, se ha visto recompensada con el reconocimiento de Algosur, Algodonera del Sur, como el mejor algodonero de 2017 de la provincia por haber conseguido una media de 6.503 kilos de algodón por hectárea. El 99,9 por ciento de la producción española de algodón se localiza en Andalucía, estando el 60 por ciento en Sevilla donde Lebrija es el municipio de mayor producción algodonera de la provincia y de España.

«Las seis hectáreas que planté en una parcela de las marismas son las que han dado más kilos de algodón de la provincia, claro que el año pasado se dieron las condiciones climáticas idóneas , sin un calor excesivo, sin plagas y con poca lluvia pero bien distribuida», indica Manuel Monge que no se olvida de que en 2016 «perdí tras las lluvias de mayo todo el tomate sembrado en una de las parcelas, prácticamente el 70 por ciento de lo cultivado en ese terreno».

Este algodonero lebrijano no fue propietario de sus tierras de cultivo hasta 1999 cuando se hizo joven agricultor y pudo optar a una subvención «con la que me compré a plazos la parcela donde he conseguido la producción premiada». Los padres de Monge no se vieron beneficiados con el reparto de las parcelas de las marismas lebrijanas que se llevó a cabo en 1979 , «no sé si porque mi padre ya era mayor o porque se le olvidó solicitarla, el caso es que no he sido propietario hasta que compré la mía».

La parcela de 12 hectáreas, la medida estándar de las divisiones del Sector B-XII del Bajo Guadalquivir, se la adquirió a otro agricultor «que no podía mantenerla, y para poder pagarla tuve que llevar a renta otras dos parcelas». Con el tiempo, Monge pudo comprarse una parcela más «y no tengo pensado comprar ninguna más, más bien, y si tuviera unos años más, pensaría en vender». Y es que, como mucho de los parcelistas, Monge se lamenta de que la agricultura «es un trabajo muy esclavizado que conlleva una vida muy sacrificada» por eso no quiere que sus dos hijas, de 22 y 26 años de edad, se dediquen al sector primario, «no quiero que les ocurra lo que a mi», a pesar de que la mayor que ha finalizado Dietética y Nutrición se encuentra en paro y preparando oposiciones, y la pequeña terminará pronto Enfermería.

Cambios radicales en el campo

De todos los años dedicado a la agricultura, Manuel Monge destaca como hecho significativo la progresiva mecanización del campo y la falta de personal durante el boom inmobiliario del que subraya que «antes con la construcción no había personal y hoy hay todo el que se quiera, pero la tierra no da, las explotaciones se salvan por el aporte que supone el pago único de la PAC», Política Agraria Común de la Unión Europea que asegura por el momento y hasta 2020 subvenciones a determinados productos agrarios y ganaderos.

Como ejemplo de la rentabilidad baja del sector primario, Monge pone el caso del algodón «del que se recogen en un año normal una media de 4.000 kilos por hectárea que se pagan a 0,50 céntimos por kilo en el caso de la fibra larga, de lo que hay que deducir 1.500 euros por hectárea por gastos en semillas, abono y tratamientos , sin contar con el coste del agua para riego, la contribución rústica y el trabajo propio».

A pesar de esta situación, la esperanza no se ha perdido en las marismas lebrijanas porque «este año se presentaba nefasto por la falta de lluvias, pero parece que la cosa ha cambiado» , apostilla Manuel Monge que el pasado 20 de abril volvió a sembrar de algodón las mismas seis hectáreas por las que ha conseguido el premio como mejor algodonero sevillano de 2017.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación