sierra de cádiz

Jornaleros gaditanos acuden a la temporada del melocotón en Francia y ya se prepara la vendimia

Victoriano Ponce y José Vargas son dos jornaleros de Alcalá del Valle que se desplazan a Francia cada año para trabajar en la recogida de fruta

Según UGT, está previsto que más de 300 alcalareños participen a mediados de agosto en la vendimia francesa

Trabajadores gaditanos en Francia l.v
Pepe Ortega

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Victoriano Ponce y José Vargas ya están de vuelta. Han terminado la faena y ponen rumbo a Salses-le-Château, a veinte minutos del tajo. Hoy ha sido un día más de trabajo en el campo, o un día menos para volver a casa. Aunque ya el cuerpo se acostumbra. Tenían 15 y 16 años, respectivamente, cuando se subieron por primera vez a un autobús con destino a Francia. Detrás, dejaban Alcalá del Valle durante varios meses empujados por la falta de oportunidades. «La migración siempre ha existido en el pueblo. Esto va de generación en generación porque es lo que hemos visto: nuestros padres vinieron a buscarse la vida y nosotros también». Desde 1997 no han faltado a su cita con la recolección de fruta. Y como ellos, centenares de alcalareños y de otros puntos de la provincia parten hacia el país galo en abril y vuelven en septiembre.

En Perpiñán, ciudad fronteriza con España y bañada por el Mar Mediterráneo, casi se habla con acento gaditano. Desde abril, época del año donde se esclarecen los árboles para que las frutas no se estorben entre ellas y puedan ganar tamaño, aproximadamente unos 500 alcalareños trabajan en la zona. «Capaz que solo quede en el pueblo el cura, y nada más», bromea Victoriano, quien es el encargado de una cuadrilla formada por 13 jornaleros, todos alcalareños excepto uno, que es de Valencia. Él es el responsable de confeccionarla y de que todo funcione como tiene que funcionar.

Con este, son 28 años a caballo entre Alcalá del Valle y Francia. Seis meses en un lugar y seis meses en otro. Seis meses en casa con los suyos y seis meses fuera. A más de 1.000 kilómetros. «Es bastante duro porque cuando tienes niños pequeños, te pierdes parte de la infancia de ellos. Lo hacemos por ellos», afirma José Vargas, quien es amigo de la infancia de Victoriano. Los lazos entre los miembros de la cuadrilla se estrechan tanto que se convierten en una segunda familia. Juntos pasan la mayor parte del tiempo. «Al no tener el calor de la familia en este momento, la verdad que se agradece el calor de los compañeros; hacen más suave la campaña», reconoce.

En el coche del patrón —el empresario que los contrata y con el que trabajan desde hace nueve años— conducen camino de la casa donde se alojan durante los seis meses. Ellos y el resto de la cuadrilla duermen en diferentes caravanas que les proporciona el patrón a cambio de unas siete horas de trabajo. «Son unos 70 euros, que no es gran cosa, y no pagamos luz ni agua». Pero no todos los jornaleros temporales que van a Francia a ganarse la vida gozan la misma suerte. Otros alcalareños que trabajan para otras empresas tienen que alquilar una casa por unos 500 euros.

Entre melocotones, nectarinas y albaricoques, queda poco tiempo libre. «Los domingos tenemos aquí cerca la playa, que está a unos 10 kilómetros de donde vivimos, y también hay centros comerciales; pero solemos ir a España para comprar cosas para comer», explica Victoriano, quien lamenta que cada vez menos personas del pueblo se suben a un autobús con rumbo a Francia. Y los jóvenes cada vez también son menos. «Estamos quedando ya más que nada la década más antigua», afirma.

Los Ponce saben lo que es echarse la mochila a la espalda y emprender un camino lejos Alcalá del Valle. Victoriano lo hizo porque lo vio de su padre, quien era también encargado de una cuadrilla en Francia. «Me fui porque era lo que había. No quería estudiar y mi padre me mandó al extranjero». Por aquel entonces, un autobús los llevaba y los traía. Y como él, también hizo el mismo camino su hermano Francisco. Él, en cambio, acostumbrado a la primavera y a los veranos galos, vive su segundo año en casa, en Alcalá del Valle. Pero cuando cae la noche y se mete en la cama, su mente se teletransporta a cientos de kilómetros.

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«Rara es la noche que no sueño con aquello», reconoce Francisco Ponce, quien heredó de su padre aquello de gestionar las cuadrillas. Pero en los últimos años cada vez ha sido más difícil encontrar a gente en el pueblo. Las jubilaciones de los más veteranos y las oportunidades laborales en el sector de la construcción en la costa gaditana y en la provincia de Málaga han provocado que cada vez menos personas decidan emigrar. «Desde aquí salen todas las mañanas para la costa a trabajar y duermen en sus casas».

Sin embargo, Alcalá del Valle es un pueblo históricamente migrante. Y así lo demuestra una de las estatuas más grandes del pueblo, dedicada a todos aquellos alcalareños que tuvieron que coger su equipaje para buscarse la vida. «Creo que el 90% de las viviendas que hay aquí son construidas con dinero de la emigración», sostiene.

Francisco recuerda con nostalgia los primeros años. Él fue la primera vez con 14 años, pero no fue hasta que cumplió 16 cuando le hicieron un contrato. Pero las cosas han cambiado desde que él se subió a un autobús en Ronda en 1978. Sobre todo, por el teléfono móvil, que ha convertido la distancia en menos distancia. «Ahora hay móviles pero yo recuerdo tener que ponerme a escribir y a leer las cartas que le llegaban a las personas mayores», rememora Francisco, a quien se le quedó marcado las lágrimas que caían sobre las mejillas de sus compañeros tras leerlas.

A pesar de que la mecanización se ha abierto también paso en el mundo agrícola, el trabajo no deja de ser muy «duro». «No era ir de vacaciones». Se trabaja a 45º, con frío o con lluvia. «Cogiendo manzanas, las manos se congelaban y en agosto, subido a las máquinas que han traído en los últimos cinco años, se te quedaban los pies pegados», recuerda.

Las condiciones laborales hacen que todavía merezca la pena

Las horas que echan Victoriano y José varía en función de la faena. «Este año está la cosa más floja y estamos trabajando entre nueve y diez horas». Según UGT, en cuanto al salario, dependerá de la categoría profesional, según el Departamento Francés en el que se trabaje; pero nunca podrá ser inferior al S.M.I.C, que para esta campaña es de 11,88€ brutos/hora. La jornada establecida en Francia es de 35 horas semanales, sin embargo, debido a que la mayoría va por un corto plazo, sobre todo en tiempos de vendimia, lo normal es realizar horas extras.

En este aspecto, si se trabaja más de 35 horas y hasta las 43 a la semana, se deberán de cobrar un 25% más cara que las establecidas en la jornada. Y si el empleado realizara más de 43 horas, las siguientes se cobrarán un 50% por encima del precio general. Además, por la vacaciones recibirán una indemnización compensatoria correspondiente a un 10% de la remuneración bruta total.

Preparativos para la vendimia francesa de 2025

Restan apenas tres semanas para que desde Alcalá del Valle y alrededores se fleten varios autobuses con destino a Perpiñán, Toulouse o Montauban. Según Andrés Barquero, delegado local de UGT, aproximadamente 350 alcalareños trabajarán durante aproximadamente un mes en las viñas francesas. Y la inmensa mayoría cuenta, antes de partir, con alojamiento, que probablemente sea el mismo que el de sus padres y abuelos, y con el contacto del patrón. El sindicato recomienda no desplazarse sin un contrato previo.

«De Alcalá todo el mundo va organizado. Cuando llegan allí, pues lo tienen todo preparado y firman el contrato». En cambio, la situación se complica para aquel que no tenga contactos. «Lo suyo es que tengan su contrato aquí en origen», expresa Barquero. La vendimia es vista por los jóvenes como una oportunidad para conseguir aproximadamente 2.000 euros en tres o cuatro semanas, según el delegado local. «Hay mucha juventud a la que le gusta probar. Después a unos les gusta y siguen y otros buscan otra cosa más adecuada para ellos». Cada campaña, UGT se desplaza hasta Francia para supervisar durante varios días que se cumplen las condiciones.

Cada año, menos gaditanos trabajan en la vendimia gala

Cada año, hay menos gaditanos como Victoriano y José en los campos franceses. Para la vendimia gala está previsto que acudan aproximadamente 15.000 temporeros españoles, 12.000 de ellos procedentes de Andalucía, en su mayoría de Granada, Córdoba y Jaén, según Comisiones Obreras. «No entra gente nueva, cada vez hay menos», afirma Vicente Jiménez, quien adelanta que de Cádiz van muy pocos en comparación con las otras tres provincias andaluzas. El motivo, la digitalización y la mecanización acortan las campañas y, por lo tanto, se demanda menos mano de obra. «Suelen ir los mismos núcleos familiares y de las mismas zonas», reconoce.

El día ha terminado para los dos jornaleros alcalareños. Mañana será otro día y tacharán otro día en el calendario para estar con sus seres queridos, en Alcalá, en su casa. Porque lo de buscarse la vida, aunque eso implique estar a mil kilómetros, está en la sangre del alcalareño.

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