Audiencia Nacional
Los peritos discrepan sobre si Kanjaa actuó bajo un brote psicótico o movido por fanatismo yihadista
El acusado se niega a declarar en el juicio por el asesinato en Algeciras del sacristán Diego Valencia | Los expertos coinciden en que el acusado de los ataques de Algeciras sufría un trastorno delirante, pero difieren sobre si la enfermedad anuló su voluntad o convivía con una ideología extremista
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Cádiz
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Iniciar sesiónLa tercera jornada del juicio a Yassine Kanjaa, el presunto yihadista acusado del ataque mortal en Algeciras en enero de 2023, ha girado en torno a una cuestión clave: si el acusado era consciente de lo que hacía o si actuó bajo un delirio psicótico que le impedía distinguir la realidad.
Los peritos psiquiatras que han testificado este miércoles ante la Audiencia Nacional han coincidido en que Kanjaa padecía un trastorno delirante, aunque se han dividido entre quienes creen que la enfermedad anuló su capacidad de decisión y quienes sostienen que estaba contaminada por la radicalización religiosa.
La decisión final del tribunal, presidido por el magistrado Alfonso Guevara, deberá equilibrar la gravedad de los hechos con el diagnóstico médico y el grado de consciencia del acusado en el momento del ataque.
Enfermedad y motivación religiosa
Según varios de los especialistas, el acusado sufría un cuadro compatible con esquizofrenia paranoide, tan intenso que «perdió sus capacidades volitivas e intelectivas» y «la pertenencia a la realidad», volviéndose «incapaz de controlar sus impulsos».
Otros expertos, sin negar el diagnóstico, han planteado una tesis distinta: que junto al proceso delirante se desarrolló un proceso paralelo de fanatización yihadista, lo que habría influido de forma consciente en su conducta.
Esta discrepancia técnica es esencial para el tribunal, que deberá valorar si Kanjaa actuó movido únicamente por su enfermedad mental —lo que implicaría una atenuante mayor— o si su delirio se mezcló con motivaciones ideológicas, lo que mantendría la calificación de terrorismo con atenuante parcial.
Por ejemplo, el forense del Instituto de Medicina Legal de la Audiencia Nacional ha asegurado que Kanjaa padece un «cuadro psicótico paranoide delirante», aunque no presenta un discurso desorganizado. Según ha explicado, «el delirio es tan fuerte que pierde sus facultades cognitivas y se ve incapaz de controlar sus impulsos». No obstante, el experto ha señalado que el acusado «no se arrepiente de su acción y volvería a hacerlo».
También han comparecido dos peritos del Hospital Psiquiátrico de Sevilla que coinciden en que sufre esquizofrenia y que no tiene conciencia de lo que es delito, actuando, según su valoración, como si cumpliera «un deber moral» dentro de su delirio.
Por su parte, la abogada de la Asociación 11-M, que ejerce la acusación popular, ha cuestionado el diagnóstico de esquizofrenia al considerar que Kanjaa no cumple el patrón típico de esa enfermedad. Uno de los forenses ha respondido que «nada es blanco o negro en determinadas situaciones psiquiátricas complejas».
La acusación particular, representada por el abogado algecireño Manuel Barberá y que pide una pena de 25 años de prisión, ha centrado el debate en una cuestión clave: si el proceso delirante que experimentó Kanjaa le impidió ser consciente de lo que hacía.
El ataque
Según el relato de la Fiscalía, el 25 de enero de 2023 Kanjaa emprendió un recorrido violento por el centro de Algeciras. Primero, entró en la iglesia de San Isidro, donde increpó a un feligrés diciéndole «¿Por qué crees en una escayola?», en referencia a una imagen de la Virgen. Luego golpeó una Biblia contra un banco, salió del templo gritando «El mundo se va a acabar» y «Allah», y regresó a su domicilio, donde recogió un machete de grandes dimensiones que guardaba bajo la cama.
A las 19.00 horas atacó en la calle Cristóbal Colón a un hombre al que golpeó con el machete y acusó de «trabajar para la magia».
Quince minutos más tarde regresó a la iglesia de San Isidro, donde se celebraba misa, y agredió al sacerdote que oficiaba, causándole heridas. Acto seguido se dirigió a la iglesia de Nuestra Señora de la Palma, en la Plaza Alta, donde acabó con la vida del sacristán Diego Valencia, al que alcanzó con varios golpes de machete en cuello y cabeza.
Medio siglo de prisión
La Fiscalía pide para Kanjaa 50 años de prisión por delitos de asesinato terrorista, tentativa de asesinato terrorista y lesiones terroristas, aunque reconoce la atenuante de anomalía o alteración psíquica.
El Ministerio Público sostiene que en los meses previos a los hechos Kanjaa experimentó un proceso de radicalización, asumiendo una visión rigorista del islam «incompatible con otras religiones». Aun así, admite que presentaba una «descompensación psicótica aguda» que afectó gravemente a sus capacidades mentales, si bien «no las anuló por completo».
Por ello, la acusación considera incompleta la eximente de enfermedad mental, entendiendo que el acusado sabía lo que hacía y eligió deliberadamente los templos católicos como objetivos «con la finalidad de aterrorizar a los cristianos».
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