INCLUSIÓN

Judo inclusivo en Bormujos

Gabriel Vera dirige un dojo inclusivo en el que participan alumnos con sordoceguera y espectro autista

Gabriel Vera y un grupo de alumnos posa para el periódico A.Otero

A.Otero

En una tarde noche de febrero la gran cristalera e iluminación interior del dojo Litho Judo hacen que destaque en la calle la estampa del grupo de chavales que ahí practica deporte. En el inicio de una calle perpendicular a la avenida principal de Bormujos y junto a una papelería, para el viandante o conductor que pase nada extraordinario llama la atención. Y precisamente la normalidad es lo más especial de este centro coronado con un cartel en el que reza el lema «Judo para todos» y en el que jóvenes con discapacidad sensorial y del espectro autista practican este deporte con otros tantos compañeros de su edad .

Gabriel Vera fue entrenador de la ONCE en la Federación Española de Judo durante más de 20 años, con quienes participó en los Juegos Paralímpicos de Pekín, Londres y Río de Janeiro. Se instaló en este local hace cinco para abrir un dojo inclusivo que hoy casi alcanza el centenar de alumnos. Su único requisito en la inscripción: querer hacer deporte. Padres y alumnos son conscientes de que llegan a un sitio en el que la «normalidad» es paradójicamente especial. Vera ha logrado así crear un espacio totalmente inclusivo. «No tengo que hacer nada especial en las clases, solo adaptarme con naturalidad a cada alumno» , comenta a este periódico tras explicar un ejercicio en clase.

Es lunes, cuando se da la clase más especial en la que participan alumnos con sordoceguera. En el calentamiento, divididos por parejas, un compañero hace de guía en el tatami. Después se van intercambiando para hacer otros ejercicios en el que el tori es la persona que aplica una técnica y el uke la recibe. «Según el ejercicio voy decidiendo quiénes forman las parejas teniendo en cuenta el nivel y capacidades», explica Gabriel tras el entrenamiento, que apostilla, «¿no es lo que se hace en cualquier clase?» .

Algunos de estos alumnos vienen del centro Santa Ángela de la Cruz, de Salteras y son acompañados por dos mediadoras que facilitan la comunicación. La directora de este centro, Rocío Torres Santiago, destaca los beneficios que les aporta el judo. «Otros deportes presentan más dificultades pero el judo, al ser tan importante el contacto, es más fácil», comenta Torres, que agradece a Gabriel su implicación: «Es genial, es inclusión al 100%. Es el ejemplo de lo sencilla que es y lo difícil que lo hacemos como sociedad. Gabriel trabaja todo desde la normalidad».

Otro aspecto beneficioso en el caso de la sordoceguera es el aumento del control del espacio, de la seguridad y la pérdida de miedo . Torres explica que las personas sordociegas «necesitan mucha rutina y saber qué va a pasar, algo con lo que el judo rompe de forma positiva. Por ejemplo, saben que pueden caer al suelo, pero no cuándo». El miedo al vacío también se combate y con las técnicas del judo aprenden a caer sin hacerse daño.

Dependiendo del nivel de visión y seguridad comienzan practicando con pelotas de pilates (grandes y blandas), que les ofrecen un apoyo importante. Con el tiempo, acaban realizando los ejercicios directamente con sus compañeros y practicando con ellos el combate, que suele ocupar el último tramo de los entrenamientos.

Como es norma en el judo cuando finalizan se realiza el saludo al judoka de mayor grado. Y en Litho Judo, además, se dan un saludo uno a uno como despedida. El detalle final en el que se condensa la especial normalidad del Dojo de Gabriel Vera: el cariño.

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