«Orange Is The New Black»
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De «The L Word» hasta «Orange Is The New Black»: Cómo la televisión ha retratado al colectivo lésbico

La serie regresa a Movistar Series con trece capítulos que contarán tres días en la prisión de Litchfield

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Netflix ha apostado (al menos hasta ahora) por la inclusión, por series reivindicativas que se empeñan en que pequeños fragmentos de su audiencia tengan una historia con la que sentirse identificados. A falta de los «sensates» de las hermanas Wachowski, «Orange Is the New Black» (Movistar Series) se alza como uno de los estandartes que reflejan la diversidad LGTB (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) en la actualidad. Tras cinco temporadas, la ficción creada por Jenji Kohan se ha convertido en el negocio ideal: bueno (consagrada como emblema por el colectivo LGTB), bonito (la historia de amor principal entre Piper y Alex) y barato (más bien, rentable).

Quizá «Orange Is The New Black» no esté en su mejor momento, pero su regreso supone la agitación de un público fiel que apreciará el riesgo narrativo que supone contar tres días en 13 capítulos y hará que sigamos hablando de ella hasta que Piper, Daya o Red salgan de prisión.

Puede que esa fidelización es la que haya empujado a su directora Jenji Kohan (y a Netflix) ha desarrollar «GLOW (Gorgeous Ladies of Wrestling)», una serie que narrará la vida de varias mujeres que participaron en un show de lucha libre femenina.

La televisión continúa luchando para otorgar más protagonistmo a comunidades que antes no tenían un espacio y regularizar sus apariciones (es decir, alejarlas de los estereotipos casposos que hemos visto repetidos hasta la saciedad). «Las cadenas de televisión juegan un papel fundamental en la promoción del entendimiento cultural de la vida de las personas LGTB en todo el mundo y están produciendo parte de la programación más inclusiva que hemos visto hasta ahora», afirmó Sarah Kate, Ellis presidenta la Alianza Gay y Lésbica contra la difamación, o GLAAD por sus siglas en inglés. Dicha asociación, que funciona como un observatorio de la presencia de este colectivo, asegura que en 2016 se registraron los mejores datos en cuanto a cantidad de apariciones. Sin embargo, la fuerza de dichos personajes va perdiendo fuerza.

Cada vez vemos más personajes homosexuales que funcionan como un adjetivo más que colorea el contexto de la historia como sucede Ana Polvorosa en «Las Chicas del Cable», por ejemplo. Aún recuerdo cuando, hace unos diez años, una amiga me dijo, entre risas: «Si alguna vez tienes dudas, tienes que ver 'The L word' (por aquel entonces era la única serie, junto a 'Queer as folk')». El reto parecía sencillo. Ver una serie, es decir, lo que hacía durante más de treinta horas a la semana. Sí, resolví dudas, pero el incoveniente llegó después. Ahora, cuando veo cualquier personaje que no tiene la mitad de carisma que Shane McCutcheon (Katherine Moennig), me hace plantearme si seguir con dicha serie o no (como me ocurrió con la hija de Emilia Urquiza, interpretada por Kate del Castillo, en «Ingobernable»).

¿Y en España qué?

Ha pasado mucho tiempo desde la primera aparición de Bea (Eva Isanta) en «Aqui no hay quien viva». Esta joven tímida rompía con la imagen que gran parte de nuestro país tenía sobre el colectivo lésbico. Ni vestía como un camionero ni actuaba como tal. Era una chica normal con problemas normales. Solo cambiaba una cosa: le gustaban las chicas. Sin embargo, la actriz española que se ha convertido en el «icóno lésbico» ha sido Cayetana Guillén Cuervo por su interpretación de Irene Larra en «El Ministerio del Tiempo». En cuanto a series, podemos decir que lo más cerca que España ha estado de tener un buena ficción lésbica ha sido «Vis a Vis», la «réplica» de «Orange Is The New Black» que intentó conquistarnos con intriga y porno blando.

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