Final Juego de Tronos

Jon Nieve y Daenerys, el previsible final para la relación más tormentosa de Juego de Tronos

[Aviso, este artículo contiene spoilers de Juego de Tronos 8x06]

Jon Nieve y Daenerys Targaryen en Juego de Tronos

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Cualquiera que viera al por entonces Lord Comandante sostener a una salvaje asaeteada en el Castillo Negro de la Guardia de la Noche en el noveno capítulo de la cuarta temporada, sabrá que si Jon Nieve amó a alguna mujer más que a su familia, esa fue Ygritte y no Daenerys. Pocas cosas (o nada) sabía el por entonces inexperto bastardo del Norte, pero su química con la actriz Rose Leslie hacía innecesario saber más. Tal era la chispa entre ambos que su relación trascendió la pantalla.

Por mucho que llegara la Madre de Dragones, Daenerys Targaryen, a revolucionar su vida, nadie se repone a una relación así, ni siquiera alguien tan insulso como el verdadero Aegon Targaryen, que ni resucitando cambia la mueca. Nunca hubo tal química entre Kit Harington y Emilia Clarke , pero lo más gravoso en este asunto es el desarrollo de su relación, siempre a medias, incompleta, como si no apostaran por algo que estaba cantado desde el título de las obras de George R. R. Martin .

Su primer encuentro sexual tuvo lugar en un barco y fue incestuoso. A partir de ahí, lo que podía haber sido un idilio entre sábanas pasó a conformar una especie de matrimonio tácito: conveniencia disfrazada de amor. Daenerys quería el Trono de Hierro, y necesitaba sumar a su ejército de liberados el del Norte; Jon hincó rodilla solo cuando logró integrar a los dragones entre sus norteños, porque su prioridad era frenar a los muertos, no gobernar sobre los vivos.

Solo Tyrion desconfió de un vínculo más que peligroso. En parte porque, como admitió en el último capítulo de Juego de Tronos, él también se enamoró de Daeenrys, aunque con menos fortuna. Pero en parte porque el cerebro de Poniente sabía que su unión estaba destinada al fracaso. Ella era demasiado fuerte y ambiciosa y terminaría solapando a Jon Nieve .

Una unión destinada al fracaso aun cuando la verdadera identidad de Jon Nieve no se había revelado. Y cuando sale a la luz , no es por Daenerys, cuya prioridad es el Trono de Hierro, no su relación con su sobrino.

Así fue durante esta última temporada de Juego de Tronos , con un Nieve entregado a su reina, pero suspicaz. Las prioridades de ambos nunca han coincidido, y Jon, de por sí sin maldad, no puede dejar de ver cómo la deriva de locura de Daenerys empaña todo.

No comulga con su tiranía, esa despiadada que mata a inocentes y arrasa ciudades como Desembarco del Rey solo por venganza; esa ira ciega que no distingue entre el bien y el mal; esa necesidad de elegir el miedo antes que el amor. Y aunque Jon tiene grabada a fuego esa lección de Aemon Targaryen –«El amor es la muerte del deber»–, elige al final de Juego de Tronos el deber, y le clava en el corazón un puñal mientras se besan.

Un final cruel pero necesario, y por el que Jon Nieve pagará volviendo al exilio. Pese a no funcionar, al final su vínculo, más que el apellido Targaryen, era que ambos eran héroes incomprendidos y sin patria.

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