La trágica historia del gran amor de Meryl Streep

Para costear las facturas médicas de John Cazale, que agonizaba en el hospital por un cáncer de pulmón, Streep firmó su primer papel en televisión; para estar junto a él, ya enfermo, aceptó convertirse en la cajera Linda de «El cazador», «la olvidada en el guión». Por él, la mejor actriz viva, que cumple 71 años, interpretó su mejor papel, mostrando un optimismo que no sentía

Meryl Streep y John Cazale durante el rodaje de «El cazador» Vídeo: John Cazale, el mejor secundario de la historia de Hollywood

Lucía M. Cabanelas

No tiene una belleza clásica al estilo de Elizabeth Taylor ni es una chica normal como lo fue Debbie Reynolds, pero puede ser ambas. En solo una vida, ha sido polaca, chilena, australiana y británica. Insiste en que los noventa fueron un paréntesis (fue nominada cuatro veces a los Oscar en esa década), y cuando cumplió cuarenta le ofrecieron la posibilidad de interpretar a tres brujas diferentes. Ha desafiado los cálculos de Hollywood al sobrevivir a la obscelescencia a la que la industria relega a las actrices pasados los cincuenta. Nadie, salvo ella, ha logrado reunir tantas nominaciones a los premios de cine, ni cosechar tantos. Con 71 años recién cumplidos, Meryl Streep sigue siendo la primera opción para todos los papeles, aunque el mejor de su carrera le llegó fuera de pantalla, cuando tuvo que enfrentarse a su más devastadora pérdida.

Ha pasado medio siglo desde que vio a John Cazale por primera vez, y 43 años desde que se conocieron interpretando a Angelo e Isabella en la adaptación teatral de Shakespeare «Medida por medida», donde la mutua atracción sexual sobre las tablas se hizo evidente hasta para los críticos de teatro. Cada noche de aquel sofocante verano de 1976, sobre las tablas, Meryl Streep le suplicaba al que fue Fredo en «El Padrino» que mostrara clemencia por su hermano condenado: «¡Perdonadlo, perdonadlo! No está preparado para la muerte» . Ocupada como estaba en aprovechar sus últimos instantes de vida, nadie la escuchó pedir misericordia cuando murió Cazale, su gran amor.

Vividor empedernido, fumaba y bebía en cantidades industriales. Eterno secundario, se movía como si tuviera todo el tiempo del mundo por delante, conocedor de la clandestinidad a la que relegan los segundos planos. Era lento porque disfrutaba de cada instante, de cada secuencia, de su química en el escenario con Meryl Streep , Pacino o De Niro, sin ser consciente de que el tiempo se le escurría entre los dedos. Así lo hizo hasta que empezó a escupir sangre, el primer síntoma de su prematura muerte a los 42 años.

John Cazale murió como James Dean, dejando pocas películas atrás pero una huella imborrable en la industria . Paradójicamente, su calma le fue arrebatada de forma fulminante, cuando un cáncer de pulmón frenó de forma repentina su fulgurante trayectoria. Y, pese a sus logros, su nombre apenas es un resuello en los anales de la historia del cine, muy lejos de lo que estaba llamado a ser, un actor legendario.

Cuando la vi en el hospital con Cazale, pensé que no había nada igual. Por muy buena que sea en su trabajo, eso es lo que recuerdo de ella

Al Pacino, sobre Meryl Streep

Actor

Casi le doblaba la edad y, sin embargo, se convirtió en el primer gran amor de Meryl Streep , y también en su más traumática pérdida.

Para costear las facturas médicas de Cazale, Streep firmó su primer papel en televisión, en la serie «Holocausto»; para estar junto a él, ya agonizante, aceptó convertirse en la cajera Linda de «El cazador», «la olvidada en el guión y también en las vidas de los demás personajes», llegó a afirmar la propia intérprete. Por Cazale, la considerada como la mejor actriz viva interpretó su mejor papel, mostrando un optimismo que no sentía. « Cuando vi a esa chica allí (en el hospital) con él, pensé que no había nada igual . Eso es lo importante para mí. Por muy buena que sea en su trabajo, eso es lo que recuerdo siempre que pienso en ella», dijo Pacino décadas después de su muerte.

Video. Streep y Cazale en «El cazador»

Cuando la madrugada del 12 de marzo de 1978 Cazale cerró los ojos definitivamente, Israel Horovitz, impulsor inconsciente de su fama, escribió en su elegía todo lo que sus allegados extrañarían del actor, porque «John Cazale solo sucede una vez en la vida»: «Nos deja, a su público que tanto le quiere, el recuerdo de su gran calma, su silenciosa espera, su amor por la buena música, su afición por los chistes malos, el absurdo límite del bosque que era su nacimiento del pelo , la rodaja de sandía que era su sonrisa. Era inolvidable».

Más de tres décadas después de su muerte, cuesta imaginar que Meryl Streep no se refería a él cuando recogió su Oscar por «La dama de hierro», el tercero, y dijo en su discurso en 2011: «Quiero dar las gracias a todos mis colegas, a todos mis amigos. Os miro ahí sentados y veo mi vida ante mis ojos: mis nuevos amigos, mis viejos amigos (...) Amigos míos, a los que se han ido y los que siguen aquí, gracias por esta carrera inexplicablemente maravillosa».

Porque de haber vivido más, Cazale podría haber igualado la trayectora de sus amigos Al Pacino o Robert de Niro. Pero, sobre todo, no se habría perdido los tres Oscar que Meryl Streep ganó, ni tampoco ese discurso sobre el escenario del Kodak Theatre en el que, sin mencionarlo, le dedicaba su último gran premio.

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