Del síndrome de Estocolmo a la belleza está en el interior, ¿cuál es la moraleja de la Bella y la Bestia?

Príncipes que en lugar de sapos son criaturas aleonadas, jóvenes que se llaman Bella pero para las que el físico no es importante y otros tópicos que han ido mutando de apariencia y, en ocasiones, también de significado

Madrid Actualizado: Guardar
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Príncipes que en lugar de sapos son criaturas aleonadas, jóvenes que se llaman Bella pero para las que el físico no es importante, ancianos inventores tachados de locos y otros tópicos que han ido mutando de apariencia y, en ocasiones, también de significado. Desde que se popularizó, el relato de «La Bella y la Bestia» ha dado pie a múltiples y variadas interpretaciones. A pesar de que todavía se desconoce su origen, vinculado en ocasiones como una variante del «Cupido y Psique» de «El asno de oro» de Apuleyo, fue en 1740 cuando se publicó la primera versión, a cargo de la escritora francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve. Y el significado que muchos intuyeron del cuento de la autora gala dista mucho del que ha ganado peso con los años gracias a Disney.

Hace tres siglos era habitual que los padres concertaran el futuro de sus hijas con hombres por lo general mayores que ellas. Muchos vieron en la figura de la Bestia una sutil metáfora para referirse a los ancianos con las que las jóvenes contraían matrimonio, y en el mensaje que ha calado en la actualidad, «la balleza está en el interior», una manera de infundir ánimo en las jóvenes, instándolas a ver más allá de la apariencia física de su esposo.

Pero no es la única explicación. ¿Qué viene antes el huevo o la gallina? O lo que es lo mismo, ¿el sapo o la Bestia? Los cuentos populares han tratado en numerosas ocasiones la transformación de hombres en animales, que solamente recuperan su condición original con el beso de una dama. Es la vuelta de tuerca a la Bella Durmiente o Blancanieves, que necesitaban el beso de un príncipe para vencer al sueño eterno y ser felices. Una especie de redención por los «pecados» cometidos. La curiosidad en el caso de La Bella Durmiente, la codicia en el de Blancanieves, y la vanidad en la de la Bestia.

Que el varón no caiga en el sueño eterno como las damiselas en apuros esperando a ser rescatadas sino que tome la forma animal de un monstruo no hace más que intensificar las conjeturas de los que atribuyen su apariencia física, la masculina, a lo primitivo o salvaje, capaz de ser redimida únicamente gracias al amor de una mujer, capaz de hacerlo recuperar su condición humana.

A medida que el tiempo ha pasado, el relato ha evolucionado y ha matizado muchos otros aspectos, aunque los básicos prevalecen, susceptibles a múltiples interpretaciones, como la crítica a una sociedad cerrada de mente que margina a la única mujer letrada, o la integración en la adaptación de la película de acción real de personajes de razas y condiciones sexuales diferentes. Esta última no exenta de polémica (Rusia quiso censurar la película por incluir a un personaje gay), pues la cinta sugiere la homosexualidad de LeFou justo cuando el personaje se redime de su condición de obediente secuaz del malvado Gastón ayudando a los habitantes del castillo encantado. La realidad del cómico personaje aflora cuando se libra del yugo del patán, un paralelismo que muestra la opresión que ha sufrido el colectivo.

La nueva versión de «La Bella y la Bestia», pese a mantenerse prácticamente inmutable al clásico de Disney que en 1991 logró dos Oscar y una nominación en la categoría reina para una película de animación por primera vez en la historia, ha empleado el feminismo asociado a Emma Watson, una activista de la causa, como reclamo para reivindicar este como uno de los mensajes de la película de Bill Condon, pese a que en realidad apenas varía.

El ansia de independencia de una joven que está dispuesta a sacrificar su libertad y vivir en cautiverio por vivir una aventura como la aprendida en los libros y salvar a su padre enfermo, sin embargo, ha sido vinculada por algunos al síndrome de Estocolmo, por el que la víctima termina enamorándose de su captor. ¿Lo es? «Bella se muestra de acuerdo y en desacuerdo con la Bestia constantemente. Ella no tiene las características de alguien con síndrome de Estocolmo porque mantiene su independencia. Ella mantiene su libertad de pensamiento», explicó Emma Watson, protagonista de la última versión de «La Bella y la Bestia», a «Entertainment Weeckly» sobre los que potenciaban la toxicidad de la relación frente al mensaje que la película, al igual que los libros, han querido manifestar siempre: la belleza está en el interior, aunque paradójicamente, desde el título de la película al nombre de los personajes, mentados por su aspecto físico (Bella, por su belleza, y Bestia, por su desagradable aspecto), se pretende mostrar lo contrario.

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