Mientras dure la guerra

¿Salvó la mujer de Franco la vida de Unamuno como cuenta la película de Amenábar?

El director retrata a Carmen Polo como una admiradora de los «poemas cristianos» del escritor, aunque resulta poco probable ya que Unamuno fue un poeta tardío, además de un cristiano heterodoxo

Karra Elejalde (Unamuno) en «Mientras dure la guerra», de Amenábar
Lucía M. Cabanelas

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A España , que siempre ha pecado de ser un país excesivamente autocrítico, todavía le cuesta mirar al pasado. Sin embargo, el dolor de los recuerdos no ha sido suficiente para contener la curiosidad del público, que impulsó al número uno de la taquilla a la película «Mientras dure la guerra» . El certero retrato de Alejandro Amenábar , que sintetiza en Miguel de Unamuno el sentir y las contradicciones de muchos españoles, lideró las recaudaciones y superó a la despedida de John Rambo, con unos beneficios de más de un millón de euros.

Aunque es evidente el esfuerzo del director de «Mar adentro» por no caldear más los ánimos, reconstruyendo con precisión una historia que todavía sigue siendo complicado abordar, existen ciertas imprecisiones en la reconstrucción de los hechos del decisivo 1936 .

Al margen de la conspiración de los generales y también de las inquietudes del pensador vasco, el papel de Carmen Polo durante el golpe militar estuvo lejos de ser decisivo. Sin embargo, la esposa de Francisco Franco ha pasado a la historia, entre otras cosas, como la mujer que le salvó la vida a Miguel de Unamuno, ofreciéndole su brazo para protegerlo de la agitación que las palabras del escritor bilbaíno provocaron en la sala magna de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936, aquel Día de la Raza en el que, insinúa Amenábar, los militares estuvieron a punto de matar al filósofo de 71 años.

Si bien las consecuencias de las palabras del vasco son indiscutibles, no hay más que ver la deposición del filósofo vasco del cargo de rector de la Universidad de Salamanca que le había sido restituido tras la sublevación militar o su posterior recluimiento en casa, lejos estuvo el airado enfrentamiento dialéctico de ser un linchamiento a Unamuno, tal y como retrata Amenábar , salvado solo por la oportuna y piadosa mano de Carmen Polo.

El director inyecta intensidad dramática al momento álgido de «Mientras dure la guerra», con imágenes de los soldados cargando sus pistolas, dando así credibilidad al testimonio -uno de los tantos que existe del momento- del catedrático de Medicina José Pérez-López Villamil, que reconoció en la revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría en 1985 el terror que sintió ante la presencia de «metralletas y las pistolas amartilladas de los legionarios y falangistas» . A pesar de la palpable tensión que viciaba la atmósfera del paraninfo aquel Día de la Raza, sobre todo tras la mención de Unamuno al héroe de la independencia de Filipinas José Rizal, lo cierto es que el escritor pudo abandonar el recinto de manera tranquila y sin temer por su vida. Por tanto, aunque le tendió la mano, es poco probable que Carmen Polo salvara a Unamuno de los legionarios y falangistas, principalmente porque nunca existió la amenaza de un linchamiento al escritor, que tampoco fue acompañado por la mujer de Franco en coche hasta su casa, tal y como descubrieron los hispanistas Colette y Jean-Claude Rabaté.

Así lo demuestra la fotografía sobre estas líneas, especialmente relevante porque evidencia cierta cordialidad existente entre el general Millán Astray y Unamuno tras el abrupto final de la intervención en el paraninfo. En la imagen, ambos, rivales ideológicos, se estrecharon la mano a la salida del claustro, lo que parece desmentir que hubiera una hostilidad más allá de la dialéctica. Resulta muy cuestionable que ese día la vida de Unamuno corriera peligro de muerte, si bien lo notorio del incidente motivó que el falangista Francisco Bravo advirtiese a Fernando, uno de los hijos varones del escritor, para que convenciese a su padre de evitar en el futuro actuaciones públicas como la protagonizada en el paraninfo.

En «Mientras dure la guerra», Alejandro Amenábar parece justificar ese gesto que tuvo Carmen Polo con Miguel de Unamuno en la admiración que la ovetense le profesaba al escritor, de cuyos «poemas cristianos», según la película, era simpatizante, no así de su faceta como filósofo, más comprometida con su ideología.

Pero no hay constancia alguna de que ni Polo ni Franco tuvieran inquietudes existencialistas o interés por la poesía del intelectual vasco. Unamuno fue un poeta tardío, además de un cristiano heterodoxo (el obispo de Canarias le llegó a calificar de «hereje máximo» ), por eso resulta complicado que una persona tan estrictamente católica como Carmen Polo demostrase tal interés por esta faceta del también filósofo. No fue hasta la década de los sesenta cuando se redescubrió su poesía como un valor católico.

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