Thalasso

Michel Houellebecq se queda con los focos de San Sebastián sin quitarse el albornoz

El escritor rehúye a la prensa el día que presenta la película que protagoniza, «Thalasso», en Sección Oficial

Fernando Muñoz

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Cuando Greta Fernández explica cómo durante el rodaje de la gran película del día en Sección Oficial, «La hija de un ladrón», pasaba del llanto a la euforia hasta acabar vacía, sin energía, exhausta; su padre, Eduard, le besa en la mejilla. El progenitor ausente y despreciable que interpreta el catalán en el filme poco tiene que ver con los gestos de cariño que no puede disimular durante la entrevista. Yasí, mientras Greta, cansada, se apoya en el hombro del padre tras una mañana en la que encadena entrevista tras entrevista, Michel Houellebecq, en la mesa de atrás, encadena cigarrillo tras cigarrillo hundido en una silla de la terraza del hotel donde el resto de invitados al festival tiene los encuentros con la prensa. Él no, ajeno a cualquier grabadora, prefiere la charla con su séquito como única labor.

En un festival en el que no abundan las estrellas, los «flashes» se reservaban para las buenas películas; pero tuvo que llegar el escritor Michel Houellebecq para quedarse con todo el protagonismo sin salir del hotel. Si los límites de la ficción –o mejor, los límites entre la realidad y la ficción– son para el francés una marca personal, en « Thallaso », la película de Sección Oficial que protagoniza junto con Gérard Depardieu, se pasa al juego. Durante 93 minutos deambulan y divagan en albornoz por un centro de baños termales. La broma la mantuvo Houellebecq en San Sebastián, donde aterrizó hace dos noches y donde ha disfrutado de las bondades de otra ciudad donde hacer turismo termal. «Sin nicotina no se puede hacer nada», dice en un momento del filme, y parece que se lo ha tomado al pie de la letra, porque del festival, lo que se dice de cine, más bien poco. Apenas un rato de «photocall» –ahí sí puso su «mejor» cara– y un rotundo «no» a la rueda de prensa. El único al que el certamen se lo consiente. Se quedó en la terraza alimentando las dosis de nicotina que su cuerpo requiere para alcanzar la cantidad justa para trabajar.

El perro de Donald

La idea de arrancar el otoño gozando de la gastronomía de San Sebastián no es única del escritor francés. Donald Sutherland lleva tres días matando las horas antes de recibir el premio Donostia mientras pasea a su pequeño perro blanco y gruñe a más de un viandante que se atreve a pedirle fotos. Las entrevistas tampoco son para él –sus 84 años son una excusa justa–, aunque sí que se entregará hoy en una larga rueda de prensa. Quien con 83 años no puso excusas fue Ken Loach, que presentó en Perlas «Sorry we missed you» con su habitual crítica al capitalismo. «La idea del bien común ha caído frente al éxito del individuo, pero tener trabajo ya no asegura sobrevivir», dijo el último referente del cine social. Por si acaso, los protagonistas de «La hija de un ladrón» seguían trabajando hasta que cayó el sol. A esa hora, Houellebecq ya decía adiós a la playa de la Concha desde su avión privado.

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