«Malasaña 32»

La leyenda negra del número 3 la calle Antonio Grilo, el edificio con más crímenes de Madrid

Albert Pintó estrena una película que reinterpreta «a la española» el cine de terror de las casas encantadas

La familia Olmedo al completo llega al barrio de Malasaña en 1976 ABC

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Si pasea por la calle Malasaña , no busque el número 32 –el último número de esta vía es el 30–. Tampoco busque un inmueble con la historia que relata «Malasaña 32» . A diferencia de películas como «Verónica», que cuenta la terrible experiencia de Estefanía Gutiérrez Lázaro , este filme bebe directamente del imaginario colectivo del barrio madrileño. Se ha apoderado de la imagen del edificio que se encuentra en la calle San Bernardino, el que hace esquina con Dos Amigos; y del espíritu del que se sitúa en el número 3 de la calle de Antonio Grilo. El mismo donde un sastre se suicidó tras asesinar a sus cinco hijos y a su mujer. «Leyendo antiguos artículos y escuchando historias nos dimos cuenta de la leyenda negra que oculta el barrio de Malasaña y, de alguna forma, quisimos recopilarlas todas y darles vida a través de un guion», explica el director del filme, Albert Pintó.

[La película de terror español que promete «dos sustos por minuto» está inspirada en «historias reales»]

El edificio que allí se encuentra tiene casi 140 años . Se le conoce como la casa maldita, y no es para menos. Entre sus paredes se han cometido crímenes de todo tipo. El primero sucedió en 1945, cuando asesinaron a un camisero en el piso principal. Apenas diecisiete años después, el 1 de mayo de 1962, el sastre del 3ºD terminó con las vidas de su mujer y sus cinco hijos, cuyos cadáveres exhibió por el balcón al gentío, y luego se quitó la suya propia de un tiro. Dos años más tarde, una veinteañera ahogó a su propio bebé.

Pasear hoy en día por Antonio Grilo se antoja cotidiano, pero esto no era así durante buena parte del siglo XX. La hemeroteca de ABC deja constancia de los hechos sangrientos que sucedieron: accidentes de motocicleta, ajustes de cuentas, suicidios, atropellos de tranvía o un hombre degollado en 1915 justo al lado de la entrada a la casa maldita. Pero el primer asesinato de la casa maldita no sucedió hasta 1945, cuando el dueño piso principal derecha fue asesinado «en circunstancias extrañas».

Felipe de la Braña Marcos , camisero de profesión, apareció tendido sobre sobre la cama, con la cabeza ensangrentada apoyada sobre la pared. En su mano izquierda había un mechón de pelo, lo que hace suponer que hubo lucha. La víctima, según informó este periódico en el momento del suceso, no presentaba heridas de arma blanca ni de fuego, por lo que se supuso que fue asesinado con un martillo o porra. El móvil parecía ser el robo ya que, además del cadáver, encontraron el piso «en completo desorden».

Seis muertos en una noche

Diecisiete años después y dos pisos más arriba, en el 3ºD, sucedió el crimen más horrible que ha visto el número 3 de la calle Antonio Grilo. El 1 de mayo de 1962 el sastre José María Ruiz Martínez, de 48 años y natural de Pedro Martínez (Granada), acabó con su numerosa familia y se pegó un tiro. Fue él mismo quien llamó al 091 avisando de lo que acababa de hacer. «Por su forma de expresarse, el funcionario de servicio dedujo que se trataba de un perturbado», narraba ABC.

El policía, al que el parricida se negaba a ofrecer sus señas, alargó la conversación lo suficiente como para descubrir sus apellidos y poder localizar la llamada, utilizando la guía de teléfonos . Cuando los agentes se presenciaron en el lugar, le invitaron insistentemente a que abriera la puerta, pero Ruiz Martínez contestó que solo se la abriría a un padre carmelita, «ya que todos los de su familia descansaban felices». Un coche patrulla se desplazó hasta el templo nacional de Santa Teresa y recogió al padre Celestino.

El religioso consiguió hablar con el parricida, pero tuvo que hacerlo desde un balcón del edificio de enfrente. «Los curiosos se contaban por decenas pese a lo temprano de la hora –las nueve menos cuarto de la mañana– y a ser un día festivo», narraba ABC. El sastre vestía un pijama manchado de sangre y en una de sus manos empuñaba una pistola, con la que no dudó en apuntar al sacerdote. Para demostrar lo que había ocurrido, exhibió los cadáveres mutilados de tres de sus cinco hijos.

[Lea la crónica del suceso, publicada el 2 de mayo de 196]

Gritó repetidas veces al padre Celestino que le diera la absolución, pero también dejó claro que después se suicidaría. «Esto es para mí –decía agitando la pistola–. Dios no me lo tendrá en cuenta ». Tras confesarse vía telefónica, desde dentro de la casa, se oyó un tiro. El último. El panorama era horrendo. Los policías, al entrar en la vivienda, encontraron a la esposa muerta en el suelo del dormitorio. A los pies de la cama y metida en su «moisés», una niña de 2 años que había sido degollada. En el cuarto de baño, donde había intentado refugiarse, yacía con un tiro en la garganta otra hija, de 14 años. En otra habitación, sobre la cama, se encontraba la niña de 12 años. En otro cuarto, dos niños: uno de 10 con el cuello cortado, y otro de 5, muerto por arma de fuego.

Un infanticidio

El último asesinato ocurrió dos años después. En abril de 1964, Pilar Agustín Jimeno, vecina de la primera planta, fue detenida y puesta a disposición de las autoridades acusada de infanticidio. «Para ocultar su deshonra », la veinteañera soltera dio muerte, ahogándolo con sus propias manos, a su hijo recién nacido. Según informó este periódico, Agustín envolvió el cadáver en una toalla y lo ocultó en el cajón de una cómoda. Hasta que su hermana, quien vivía con ella, lo encontró dos días después .

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