John Ford: el cine escondido en el viejo y lejano Oeste

El cineasta dirigió más de 150 películas y ganó cuatro Premios Oscar

Ford, en el rodaje de «El Álamo» ABC
Fernando Muñoz

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La figura de John Ford tienen tantas aristas, tantos recovecos y dobleces, como insondable es su filmografía. Se podría decir, y es un tópico, que hay tantos John Ford como intentos de aproximarse a su figura o a su cine. James Steward decía que si coges todo lo que hayas oído decir del director de «Centauros del desierto» y lo multiplicas por cien, seguirás sin tener ni idea de cómo es. Ford apenas si dejó filtrar parte de su complejidad en las más de 150 obras que firmó. Su polisemia se revela al descubrir que su nombre verdadero era John Martin Feeney, que empezó su carrera como Jack Ford y que terminó siendo, simplemente, John.

Él es quien elevó el wéstern –un género barato que las productoras usaban para cuadrar los balances anuales– y lo llenó de matices tan profundos e infinitos como el propio desierto, el cineasta que hizo de un desconocido John Wayne al gran héroe americano, el hombre, al fin, que cada vez que terminaba una película cogía su barco y una botella de whisky y se iba a alta mar para desaparecer del mundo y encontrarse de nuevo.

Su trabajo, del que se escogen sin dificultad dos docenas de obras maestras irreprochables, ha sido calificado por un adjetivo y su antónimo. Ford es el militarista recalcitrante cuyos personajes se toman la justicia por su mano o ese que les obliga a rebelarse sin más armas que la dignidad –su rechazo a la autoridad es de los pocos elementos en claro que arrojan sus biografías–; en ocasiones acusado de machista y en otras de mirar demasiado por las mujeres; el director que llegaba a las reservas de los indios a aprovecharse de su acervo o aquel al que la tribu Navajo «bautizó» como Natani Nez, soldado alto... y todos tan reales que se escapan en obras como «Pasión de los fuertes», «Fort Apache»... y sus «contrarias», «El gran combate» y «Siete mujeres».

Su vida, como su obra, está también plagada de esas dobleces. Era Saramago quien decía que para comprender la realidad hay que hacerlo a partir de las contradicciones. El hombre que se presentó ante el sindicato de cineastas con un sencill o «me llamo John Ford y hago películas del Oeste» no ganó ninguno de sus seis Oscar por un wéstern. Y es el director con más estatuillas de toda la historia de Hollywood siendo uno de los más críticos con el funcionamiento de la Academia.

Cómo sería su complejidad que el mejor director de todos los tiempos –recuerden aquella respuesta de Orson Welles : «Mis tres directores favoritos son John Ford, John Ford y John Ford»– odiaba tanto hablar de cine que multaba con 50 centavos a quien lo hiciera durante las cenas de los rodajes. Ahí queda esa definición de François Truffaut, que decía qu e Ford es uno de esos poetas que no hablan de poesía.

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