George Méliès
George Méliès, el orfebre de los efectos especiales, homenajeado con el primer doodle de realidad virtual
El cineasta recibe este jueves 3 de mayo una de las habituales reseñar del buscador
Lúcido para la innovación como pocos en su época , George Méliès eligió el cine como camino predilecto sobre el que verter un retal de técnicas inéditas que aún hoy forman parte de su canon. París alumbró su nacimiento en 1861 y allí hizo honor a la tradición de la capital francesa cultivando diversas artes, entre las que sobresalieron el dibujo, la pintura, la escritura y, huelga decirlo, las películas. Este jueves, día 3 de mayo, G oogle le dedica su primer doodle de realidad virtual en 360 grados.
Sus obras tienen un alto grado de ornamentalidad, inoculado de manera directa por su obsesión por controlar cada uno de los detalles de sus obras. Méliès orientaba las cámaras, pero también escogía quién se ponía frente a ellas y casi que le faltó decretar el desayuno continental como requisito previo al rodaje.
La fecha de lanzamiento de «A la conquista del polo» (1912), una de las películas que han pasado a la posteridad como uno de sus mejores trabajos, carga la culpa de este homenaje cibernético.
Tan celoso era el parisino de todo cuanto tenía que ver con sus cintas que él mismo fue el protagonista de la mayoría. Qué mejor manera de gritar al mundo que nadie, sino él, congeniaba con la excelencia como lo hacen la carne y el buen vino. Hasta el punto de que en «El hombre orquesta» se multiplica a sí mismo por siete en una misma escena. A esa sensación que sentía hacia su persona la llamaron confianza. También hizo explotar su cabeza, pero seguramente ahí evocó cosas que ensuciarían esta loa.
Méliès , por tanto, erigió en torno a Méliès el arte de los efectos especiales, territorio yermo hasta que sus manos lo sobaran. En su cine, dicen los expertos, hay mucho de Marey y de los hermanos Lumière. En su haber quedó registrado el Canal de la Mancha antes de que se abriese («El túnel bajo el canal de la Mancha»), los eclipses solares cuando no había medios para diseccionarlos como ahora («El eclipse: el cortejo entre el Sol y la Luna») e incluso la televisión que hoy no falta en cualquier hogar («Fotografía eléctrica a distancia»). Un genio que se hartó a adivinar y legar.
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