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Vídeo: El comandante Francisco Antonio Barbancho explica la historia real de Zona Hostil - Rodrigo Muñoz Beltrán

Zona HostilAsí defendieron 7 heroicos militares españoles su helicóptero caído frente a decenas de insurgentes

Con motivo del estreno de «Zona hostil», recordamos uno de los episodios más heroicos de nuestros soldados en Afganistán: la evacuación de varios soldados (y la de un Súper Puma siniestrado) en territorio enemigo allá por 2012

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Una acción valiente en la que no murió ni un soldado español. Entre los días 3 y 4 de agosto de hace unos años, nuestro ejército protagonizó en Afganistán una misión que ha recreado la película «Zona hostil» (estrenada estos días). La misma se sucedió más concretamente en 2012 cuando, después de que un helicóptero Súper Puma quedase accidentado en territorio hostil mientras llevaba a cabo una evacuación médica, hubo que organizar una misión de rescate. Hoy, narramos los hechos sucedidos atendiendo a la versión ofrecida por el militar Francisco Antonio Barbancho Leal en su dossier «Rescate en zona hostil», publicado en la Revista Ejército.

3 de agosto: una misión rutinaria

La pesadilla española comenzó -tal y como explica el comandante de infantería Francisco Antonio Barbancho Leal en su dossier «Rescate en zona hostil»- el viernes 3 de agosto de 2012. Fue exactamente a esa hora cuando el HELISAF (destacamento del Ejército del Aire de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad) recibió la orden de llevar a cabo un peligroso rescate. Debían evacuar a dos militares estadounidenses heridos por un IED (Artefacto Explosivo Improvisado, atendiendo a sus siglas en inglés).

Estos habían sido atacados por la insurgencia mientras viajaban en un convoy por una zona situada 50 kilómetros al norte de Bala Murghab (una aldea ubicada, a su vez, al noroeste de Afganistán). Además del rescate, se estableció que el viaje serviría también «para llevar suministros al convoy del que formaban parte los heridos», tal y como afirma el militar.

Apenas diez minutos antes de que el reloj marcara las once de la mañana el operativo ya se había puesto en marcha para llevar a cabo lo que, a primera vista, parecía una misión tristemente habitual. ¿Qué podía salir mal? Si actuaban como de costumbre, sería llegar a la zona, recoger a los heridos y evacuarlos rápidamente.

Fotograma de Zona hostil
Fotograma de Zona hostil

De esta guisa partieron a las 10:50 dos helicópteros (la patrulla MEDEVAC -o evacuación médica-) de Camp Arena (la base en Herat) hacia el lugar del incidente. Los aparatos que iniciaron aquel viaje eran los caballos de carga aéreos de nuestro ejército: los Súper Pumas. Dos «helicópteros de salvamento y rescate con capacidad para trasladar 3 tripulantes y 20 pasajeros o 6 camillas», según explican en el libro «Manual de Helitransporte Sanitario» el médico de helicóptero Alfredo Serrano y el profesor de enfermería David Fernández.

El tiempo que transcurrió durante el viaje hizo que la luz se marchase y la oscuridad se cerniera sobre los cristales de las cabina de los Súper Pumas. Los minutos fueron pasando. También las horas. Así, hasta que llegaron las 22:20, una hora mágica en la que la patrulla localizó el punto en el que se había producido el incidente.

Tras asegurarse de que la zona era segura, comenzó el trabajo duro para los militares españoles. «Tras contactar por radio, la aeronave medicalizada […] realizó una aproximación para ejecutar una toma en polvo», añade Barbancho. Es decir: que debía aterrizar sobre una ingente cantidad de suciedad que iba a crear una gigantesca nube de polvo más que molesta para la visión. Mientras tanto, el otro aparato se ubicó en posición para cubrirle desde el aire, ofreciendo seguridad.

Súper Puma caído

Con las hélices resonando en el páramo, el helicóptero medicalizado descendió sobre la posición hasta tocar tierra. De él salieron varios miembros de la tripulación para llevar a cabo la evacuación. Sin embargo, fue entonces cuando la normalidad se transformó en pesadilla para los uniformados.

«Una vez en tierra, y antes de disiparse la nube de polvo, el suelo cedió bajo la rueda trasera izquierda del tren de aterrizaje, el aparato se inclinó hacia ese lado y volcó», añade el militar. Súper Puma caído, que diría más de uno recordando la película «Black Hawk derribado». Al poco, la tripulación detuvo el aparato y evaluó los daños: por suerte, pudieron corroborar que no hubo ningún herido. Sin embargo, un total de nueve españoles quedaron relegados en tierra, junto a los norteamericanos dañados.

«Una vez en tierra, y antes de disiparse la nube de polvo, el suelo cedió bajo la rueda trasera izquierda del tren de aterrizaje»

En un intento de recoger a los militares, el otro Súper Puma trató de descender y tocar tierra hasta en dos ocasiones. Pero fue en vano. La nube de polvo cada vez que se acercaba a tierra era tan grande que hacía imposible aterrizar. ¿Qué hacer? Había pocas posibilidades. «Finalmente, el comandante de la aeronave siniestrada contactó con su helicóptero acompañante y le confirmó que toda la tripulación estaba en buen estado», completa el oficial.

A continuación, y sabiendo que su compañero no andaba sobrado de combustible, le ordenó dirigir sus hélices hasta la base española de Qala i Naw, ubicada aproximadamente a 100 kilómetros del punto de impacto. Aquella sería una noche ajetreada para los caídos, pues les iba a tocar pasarla al raso mientras llegaba ayuda. Con todo, ese tiempo le valió a la oficial médico que viajaba en el aparato para revisar que no había ningún compañero herido de gravedad en aquella zona desértica. Ni de la rojigualda, ni de las barras y estrellas.

¡Al rescate!

Con la tensión de tener un Súper Puma y 9 soldados caídos en territorio insurgente (dos helicópteros Black Hawk recogieron poco después de las once a sus compatriotas), la ASPUHEL (Unidad de Helicópteros Españoles en Afganistán, atendiendo a sus siglas en inglés) se puso en marcha y elaboró un eficiente plan a seguir. En pocos minutos, estableció que enviarían dos aparatos hasta la zona de impacto.

La misión de esta patrulla sería doble. En primer lugar deberían evacuar y poner a salvo a sus compañeros. En segundo término, tendrían que hacer una inspección del Súper Puma accidentando y tratar de levantarlo en vuelo para llevárselo de allí. La premisa era que no podía caer en manos de los enemigos por lo que, si era imposible izarlo en «carga externa» (mediante prolongas) habría que volarlo.

La misión fue aprobada por el mando internacional. «No problem», que debieron decir. Sin embargo, los españoles no recibieron permiso para entrar en la zona del siniestro usando gafas de visión nocturna, por lo que tocó esperar hasta la mañana siguiente.

Rodaje de "Zona hostil" con un Chinook al fondo
Rodaje de "Zona hostil" con un Chinook al fondo- ABC

Mientras la noche se sucedía, los mandos seleccionaron dos Chinook para esta ardua y laboriosa tarea. Un aparato que, según explica la empresa Boeing en el artículo «CH-47D Chinook» (una recopilación de la historia del vehículo) se caracteriza por poder transportar «cargas pesadas», contar con dos rotores en tándem, y poder portar hasta un máximo de entre 6.000 y 7.000 kilogramos. Era, al parecer, «el helicóptero de carga más potente en dotación del Ejército de Tierra español», según explica (como ejemplo) la empresa en su artículo «Boeing en España: Más de 80 años de colaboración».

La misión, explicada sobre blanco así de sencilla, no era precisamente fácil. De hecho planteaba varios problemas. El más dificultoso consistía en que era la primera vez que los miembros del HELISAF iban a levantar un Súper Puma de aquella forma (izado y en carga externa).

Pero no era el único. «Otro problema era el peso del helicóptero siniestrado. Se calculó que dadas las condiciones de altura y temperatura de la zona, y repostando la cantidad mínima de combustible necesaria, el límite de carga que podría soportar el Chinook sería de 6.000 kilogramos», añade el militar español en su dossier. Para lograr que el Súper Puma medicalizado fuese aligerado hasta ese punto, habría que romperse la mollera. «Para llegar a ese peso máximo [un] equipo de recuperación […] debía desmontar todos los equipos posibles [del aparato caído]», determina Barbancho.

Las fases de la misión

Así pues, se estableció que habría que la misión constaría de varias fases.

1-Una patrulla de dos Chinook (nombre en clave BlackBear 70) despegarían desde la base española más cercana en dirección al lugar del impacto. Llevarían un total de 35 hombres.

2-Al llegar, uno de los Chinook tomaría tierra. Mientras, su compañero le daría cobertura desde el aire.

3-Del Chinook que aterrizase saldrían dos equipos. Uno del HELISAF y otro del ASPUHEL.

«El equipo de recuperación se pondría en contacto con la patrulla una vez que el aparato estuviese en disposición de ser izado»

4-Su primer objetivo sería poner a salvo a los soldados españoles en la zona. Para ello, los Chinook viajarían de vuelta a la base (en este caso, la de Bala Murghab) con los militares rescatados.

5-Mientras, el equipo del HELISAF desmontaría todos aquellos equipos del helicóptero caído cuya captura por parte del enemigo no fuese sensible. Así se aligeraría la nave, que podría ser levantada.

5-Una vez dejada a la tripulación rescatada, BlackBear 70 debía dirigirse de nuevo al punto en el que se había sucedido el incidente e iniciar, posteriormente, el levantamiento de la nave. «El equipo de recuperación se pondría en contacto con la patrulla una vez que el aparato estuviese en disposición de ser izado. Si la comunicación no era posible, BlackBear 70 llegaría a la zona dos horas después», explica el militar.

4 de agosto: comienza la operación

A las 2:00 del 4 de agosto comenzó la operación. A eso hora, los dos Chinook partieron desde su punto de origen. A las 3:00 (aproximadamente) arribaron a la base operativa avanzada Ruy González de Clavijo (en Qala i Naw). Desde allí se ultimaron los preparativos para llevar a cabo la misión y, a las 5:00, BlacKBear 70 despegó rumbo a la zona del accidente. Su prueba definitiva. Apenas 55 minutos después, los impotentes helicópteros hicieron su aparición sobre el Súper Puma caído.

La tensión era máxima debido a la molesta cantidad de polvo que se elevaba sobre los visores, pero no había otro remedio que aterrizar. Por suerte, la llegada de las primeras luces del sol ayudaron a los pilotos a orientarse. Finalmente, y no sin dificultades, se llevó a cabo el desembarco de los dos equipos, que rescataron a sus compañeros. Por desgracia, también se determinó que era sumamente difícil levantar el aparato averiado. Los 7 integrantes del HELISAF tendrían dos horas para intentar prepararlo todo, a pesar de ello.

Tres horas de infierno

Mientras los Chinook hacían su viaje, el equipo de recuperación se dedicó a prepararlo todo. No lo iban a tener fácil. Así les quedó claro a los soldados españoles cuando -a eso de las 6:58- vieron como una granada estallaba frente a ellos. Acto seguido, los insurgentes hicieron su aparición. Entre tiros, a los nuestros no les quedó más remedio que abandonar la zona y refugiarse -cubiertos por el fuego de sus G36- junto a un convoy estadounidense ubicado en las cercanías. Allí, se dispusieron a defenderse hasta la muerte para poder cumplir su objetivo. Para su suerte, los americanos les ayudaron respondiendo a los disparos indirectos y de armas ligeras con ametralladoras y morteros.

Pintaban bastos. Y no solo por la cantidad de enemigos, sino porque (una vez en el aire) los Chinook solo tendrían combustible para permanecer en la zona del siniestro unos pocos minutos. Así pues, no podrían despegar de Bala Murghab para recogerles sino recibían confirmación de que el enemigo había sido rechazado (y no había peligrosas balas rondando los cielos). A las 7:40 terminó el primer ataque. Casi una de infierno en la que los fusiles escupieron regularmente cartuchos.

Súper Puma
Súper Puma

Pero la situación estaba lejos de tranquilizarse. «A las 7:51 se oyó una segunda explosión, esta vez un ataque con dos granadas RPG. Varios insurgentes fueron avistados», señala el español. Esta vez la situación era peor, pues a los militares les pareció que se estaban organizando para asaltarles de forma definitiva.

Sin embargo, los militares se mantuvieron estoicos. No pensaron dejar de defenderse pasase lo que pasase, y hasta que volvieran a por ellos. Minutos después se vivieron unos instantes en los que los insurgentes dejaron de atacar. El momento perfecto para que los Chinook partiesen... O eso se creía, pues hubo que abortar hasta en varias ocasiones más el rescate y el izado del Súper Puma debido a dos ataques más del enemigo. Uno a las 9:10 y otro a las 10.

A pesar de todo, se defendió la zona del siniestro. No barajaban dejar el aparato medicalizado en el desierto. Al menos en ese estado. Saldrá de allí así, o será volado. Pero se haría todo lo posible por salvarle.

Nuevo plan

Mientras los soldados españoles se defendían a fusil de sus enemigos, en Bala Murghab hubo tiempo para perfeccionar el plan de rescate debido a los continuos aplazamientos. Así pues, se establecieron varias modificaciones con respecto al original. La más importante sería la decisión de usar más prolongas (un total de seis). La ventaja de esta nueva decisión era clara: el Chinook encargado de levantar el Súper Puma no tendría que bajar tanto para «enganchar» el aparato caído. «Esta altura extra daría unos segundos más de margen hasta que la nube de polvo envolviera el helicóptero de rescate [limitándole la visión[», añade el experto.

Sin embargo, acarrearía una serie de problemas. El más grave, que si esta se rompía, podía salir disparada contra el «rescatador» y provocar su caída. Por si eso fuera poco, los mandos tenían claro que el Chinook encargado de levantar el aparato operaría al límite de sus capacidad debido al peso del Súper Puma. Algo que le podría acarrear más que severos problemas. Con todo, se tomó la decisión, por lo que se partió desde Bala Murghab hasta Qala i Naw a por más prolongas. Desde allí viajarían tras recibir el aviso de que los ataques habían cesado. Solo cabía esperar.

El rescate final

Entre la arena y las balas, los 7 españoles que defendían el Súper Puma lograron rechazar el último ataque poco después de las 11. Nada menos que una hora después. Sesenta minutos en los que el plomo les mantuvo a salvo de sus enemigos. A esa hora, se dio luz verde a BlacbBear 70 para que, de una vez, despegase para ir en su busca. Aunque esta vez los Chinook no iban solos, sino que se encontraban acompañados de dos helicópteros de ataque Mangusta dispuestos a ametrallar a cualquiera con ganas de molestar a sus compañeros.

A las 11:55, los helicópteros de ataque se adelantaron para asegurar la zona antes de la llegada de los Chinook. Y su actuación no pudo ser más efectiva, pues mediante una serie de ráfagas de balas obligaron a un grupo de insurgentes que se estaban preparando para atacar a disolverse. Sin enemigos por los alrededores, llegaba la mayor de las dificultades: enganchar el Súper Puma mediante las prolongas. Había que hacerlo en pocos segundos, y a la primera, pues el cronómetro del combustible iba en contra de nuestros hombres.

Obediente a sus órdenes, el piloto del primer Chinook se acercó a la zona del incidente y soltó las prolongas cuando se hallaba a 200 metros del Súper Puma. Eso, todavía con buena visibilidad. Pero nadie dijo que fuera a ser fácil.

Izado de un Súper Puma
Izado de un Súper Puma- FA Bancho

Pocos segundos después, el polvo cubrió totalmente el aparato siniestrado. Por suerte, pudo guiarse gracias a dos vehículos que habían colocado sus compañeros cerca de los restos desmontados. Además de todo ello, la suciedad impidió también que los soldados de tierra pudiesen ver la prolonga. Aunque, en este caso, la suerte estuvo de su lado. ¿La razón? Que esta golpeó al jefe de equipo de cargas, que pudo ubicarla en su posición. La segunda fase había sido completada, pero... ¿Podría el Chinook con tanto peso?

«Con mucha suavidad, el piloto a los mandos comenzó a aplicar potencia. Poco a poco, el Chinook se desplazó hacia la izquierda para situarse sobre la carga y comenzar el izado. En ese momento, el polvo ya cubría completamente la cabina. Con la carga suspendida, y trabajando al límite de la potencia, el Chinook comenzó a desplazarse hacia adelante para ganar velocidad y poder despegar», añade el militar. El aparato no podía ser más vulnerable en ese momento pero, para su suerte, los Mangusta le protegían de posibles enemigos.

Finalmente, a los pocos minutos, despegó junto a su pesada carga y salió de la zona escoltado por un Mangusta. Mientras, el otro helicóptero de ataque se dedicó a proteger al Chinook restante, en el que se embarcaron los héroes españoles.

Desde allí, BlackBear 70 dirigió sus hélices hasta la base Ruy González de Clavijo, a donde llegaron a las 12:37. Para su desgracia, en ese punto no acabaron sus aventuras. Y es que, tras repostar, los aparatos marcharon hasta Herat, zona a la que arribaron tras varios problemas de carburante. «A las 14:42, dieciséis horas después de producirse el accidente, la patrulla […] aterrizó en Camp Arena sin novedad», añade Barbancho.

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