«Beautiful Boy, siempre serás mi hijo»: La odisea de la adolescencia

Timothée Chalamet interpreta a un joven adicto a la metanfetamina

Timothée Chalamet en «Beautiful Boy, siempre serás mi hijo»
Fernando Muñoz

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Timothée Chalamet va camino de reproducir en pantalla los abismos que ha visitado como adolescente. Después de descubrir su sexualidad en « Call me by your name », la película que le situó como la estrella del Hollywood millennial que ya es, ahora explora el infierno de la droga en «Beautiful Boy. Siempre serás mi hijo». En realidad, él explora poco, porque transita por la película de Felix Van Groeningen (« Alabama Monroe ») entre recaída y recaída como alma en pena.

Quien vive con lucidez el pedregoso camino que deja la metanfetamina es el padre, Steve Carrell, que da vida al hombre en el que se basa esta historia, David Sheff, un periodista de «Rolling Stone» que plasmó en un largo reportaje la destrucción de su primogénito. Esa confesión dio paso a un libro, « Beautiful Boy: el viaje de un padre a través de la adicción de su hijo », en el que se basa este filme. Claro que la versión cinematográfica ha sacrificado esa acotación del título por el más explícito « siempre serás mi hijo », en un intento de darle más dramatismo al ya de por sí trágico alegato.

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Beautiful Boy

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«Nací cerca de Ámsterdam y vi cómo la gente iba a comprar drogas y eso se convertía en un negocio», explica el director sobre el mensaje que la película subraya en cada plano hasta convertirse en un anuncio casi político. Tanto que antes de los créditos, tras el fundido a negro, aparecen datos sobre el aumento del consumo en Estados Unidos y sus consecuencias en la sociedad. «Es cierto que existe todo ese alegato, pero es necesario para contar esta historia de amor de un padre hacia su hijo. El amor es el motor que cambia todo», reconduce el cineasta, que ya con «Alabama Monroe» inundó los cines de lágrimas con la tragedia de una familia destrozada por el cáncer que padece su hija, de seis años.

«Hay que tratar a la gente que consume drogas como gente enferma, no como gente que ha fallado moralmente», resume al fin el cineasta, que en el metraje incluye un pasaje revelador de lo que quiere transmitir: el padre descubre en la habitación de su hijo libros de Kerouac, Ginsberg, Bukowski... «Querer explorar forma parte de la naturaleza humana. Hay gente que lo sabe llevar bien, como quien bebe alcohol. En este caso, me he sentido atraído por cómo te pierdes en las drogas y en el sexo, en cómo ese mundo atrae a la gente... Siempre ha sido así, y el arte y la literatura los han explorado. Esos autores hacen que él sienta que no está solo en ese lugar, pero no quiero decir que acabe ahí por esos autores, la droga es la única culpable», replica el autor, que cree que la familia es la única vía para escapar de ese abismo, algo que otras películas sobre jóvenes y drogas, como las mencionadas en esta página, obvian habitualmente.

El mensaje del filme, contundente y sobreexplicado, se enfrentó en su presentación en el Festival de San Sebastián con la contestación de su protagonista, Timothée Chalamet, que pidió legalizar la marihuana desde la sala de prensa entre los aplausos desconcertados de los asistentes.

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