Crítica de «Thor: Ragnarok». Y sin el mazo dando

El universo Marvel ha hecho realidad la genial intuición de Umberto Eco sobre el collage intertextual: cada actor repite un papel que ya ha hecho antes, un arquetipo

Thor: Ragnarok

ANTONIO WEINRICHTER

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Thor: Ragnarok

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A Thor rogando y sin el mazo (porque se lo quitan) dando… ¿No les parece original? Bueno, tampoco lo es la película. Es la tercera, ya, y además repiten héroes de franquicia como Hulk. El universo Marvel ha hecho realidad la genial intuición de Umberto Eco sobre el collage intertextual: cada actor repite un papel que ya ha hecho antes, un arquetipo; y cuando se juntan todos sentimos «que los clichés se hablan entre sí, como si celebraran una reunión». Lo irónico es que Eco hablaba de «Casablanca» ; hoy tenemos esto de los superhéroes.

Dicho lo cual, la película es una gozada, incluso para los no semiólogos. Tiene un reparto invitado de infarto (mira, rima): Hopkins, Cumberwatch, Goldblum… Las mejores voces, sí, con una sonoridad que casi apaga el eco de las inevitables explosiones. Incluso el Thor de Hemsworth está muy bien, en modo Downey, o sea, irónico hasta donde el simpático actor da de sí. De hecho, toda la película parece hecha sabiendo que no va, no puede ir, muy en serio, cumpliendo con las escenas de acción pero sin olvidar que su mejor efecto especial es… Cate Blanchett, que se lleva el premio gordo ensayando una villana que es un mix de Cruella de Vil y algún otro gótico pop tipo Marylin Manson. En fin, con tantos placeres secundarios casi se amortigua el doloroso síndrome franquicia.

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