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Penélope Cruz, durante la presentación de «La Reina de España» en Madrid - ERNESTO AGUDO

«La Reina de España» (**): El valle de los alicaídos

«Los hilos del argumento están atados con más malicia que gracia. No está Rafael Azcona en su guión, una auténtica desgracia para la película»

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Fernando Trueba recoge a sus personajes y a sus cómicos de « La niña de tus ojos» varios años después en otra película, otro rodaje y otra circunstancia de tiempo y lugar, de la Alemania nazi de entonces los recoloca en la España franquista y en los alrededores de un Valle de los Caídos en construcción, tan deprimente como ellos mismos.

Los hilos del argumento están atados con más malicia que gracia: vuelve Macarena Granada de Hollywood (y se trae a Penélope Cruz), vuelve Blas Fontiveros con el cuerpo de Antonio Resines apaleado en la presidencia de la Academia, vuelven los mismos personajes con parecidos «tics», los de Santiago Segura, Rosa María Sardá, Neus Asensi, Loles León…, y afortunadamente el de Jorge Sanz, ese galán de poco recorrido y de mucho trapío de boquilla que resulta lo más gracioso de la función.

Ya no está Juan Luis Galiardo, una pena, y no está Rafael Azcona en su guión, una auténtica desgracia para la película. A Trueba se le dan más que bien la luz y la visualidad y ambientación de la época, y se le aprecia que tiene un «relato» al respecto, el cual impregna de estereotipo no ya a los personajes (que ya lo traían) sino sus diálogos y a su visión de la Historia (el ejemplo más sobado es el del aseo de la Reina Católica), aunque consiga, a veces, trastocar el cliché en algo gracioso (los motivos reales del llanto del Rey Moro, al menos el de su intérprete, el gran Jorge Sanz, en el rodaje).

«La Reina de España» es un film de historia deslavazada, con una intriga como cantada en falsete, pero no da una impresión de soltarse realmente la melena hasta ese momento cumbre entre Macarena Granada y el general Franco, cuando Penélope Cruz le escupe una fresca, bien fresca, al relamido Carlos Areces, en una especie de «misión cumplida», no tanto de la película como de su intención.

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