Múltiple (***): El miedo invisible pero presente

Nada pasa realmente grave, pero cada minuto de metraje amenaza con algo mortal

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Hace ya bastante tiempo que la gente perdió la fe en M. Night Shyamalan, que tiene un grave problema: hizo una película tan buena, «El sexto sentido», que le ha ido aplastando como una losa todos estos años. Ese filme le ha ido lastrando en cada paso que ha dado convirtiéndolo en tropiezo.

Pero hasta aquí. Ya en su penúltima película, «La visita», dio signos de recuperación, y en «Múltiple» lo ha confirmado. No llega a la altura de su mejor trabajo, pero sí que es un filme más que estimable. Un tipo con 24 personalidades puestas sobre el tapete sin disfraces: solo con el rostro camaleónico de McAvoy y unos cambios de vestuarios realizados por el gran Paco Delgado.

La idea, un secuestro y la confusión letal en la cabeza del protagonista, es sencilla, pero se convierte en algo más por el portentoso trabajo del protagonista, una actuación con grandes peligros de quedarse corto pero, sobre todo, de pasarse de frenada. En nada de eso cae el actor escocés, que eleva la película a alturas francamente notables.

El resultado es un inquietante y permanente estado de peligro. Nada pasa realmente grave, pero cada minuto de metraje amenaza con algo mortal. No importa que aparezca una personalidad u otra, que sea la conciliadora Patricia, el manipulable Hedwig o el neutro Dennis. En cada gesto, en cada palabra y en cada toma, McAvoy destila una sensación de que en cualquier momento te puede sacar un hacha y arrancarte la cabeza de cuajo. Te sientas ante la película de Shyamalan y te tiemblan las piernas, con una tensión extrema porque se sugiere más que se enseña.

En esa adrenalina que va invadiendo el cuerpo poco a poco (no como en «El sexto sentido», donde todo el miedo se volcaba en la terrible y aclaratoria escena final) está el valor de la película, y es justo en el desenlace donde a Shyamalan se le va la mano y casi hace descarrilar a McAvoy.

Es muy propenso a esto el director: a veces hila tan fino que al final carga la mano y se pincha. Aquí no lo hace en exceso, pero sí lo suficiente como para hacer perder algo de verosimilitud a la historia. Con todo, Shyamalan ha vuelto. McAvoy ya estaba, pero ahora, como su personaje, se ha hecho más grande.

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