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Mine (**): El siguiente paso

La interpretación de Armie Hammer es de las más inmóviles de la historia del cine

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En “Enterrado”, Rodrigo Cortés conseguía el milagro de concentrar la máxima intriga en un solo lugar (un ataúd) y un solo personaje durante hora y media, y esta película, “Mine”, dirigida por Fabio Guaglione y Fabio Resinaro, pretende algo parecido, pero en un espacio descomunal, el desierto (de la claustrofobia a la agorafobia), y con un soldado que ha puesto el pie en una mina enterrada que explotará al menor movimiento.

Las líneas del guión se esfuerzan en dotar de intriga a esa única situación, de llenar de angustia y diversas fatalidades el instinto de supervivencia de un hombre en proceso de desesperación y descomposición, y usa el material conocido, recuerdos, falsas esperanzas, espejismos (y diversas trampas del argumento que nos sitúan a veces dentro de la cabeza del protagonista y a veces fuera) y hasta metáforas. Quizá lo más poderoso, más aún que el suspense del pie sobre la mina, sea la idea casi filosófica de atreverse a dar el siguiente paso. La interpretación de Armie Hammer es de las más inmóviles de la historia del cine (casi tanto como la de José Mota en “La chispa de la vida”), pero es que la película tampoco se mueve mucho más que él, y durante más tiempo de lo recomendable.

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