Las guardianas: Pintura rural durante la Gran Guerra

La cámara de Beauvois convierte la rutina laboral en una contraportada bélica, aunque con la entrada en ese espacio de las noticias a veces trágicas de la guerra

Fotograma de «Las guardiaans»
Oti Rodríguez Marchante

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Si algo tiene el cine del director francés Xavier Beauvois es que no te atropella: acumula en sus historias enormes cantidades de sentimiento y espiritualidad (recuerden «De dioses y hombres») pero las dosifica con discreta sobriedad y una escritura cinematográfica, una precisión y hermosura visual que, lejos de atropellar, produce relajo entre la tensión argumental. Aquí narra con todo lo mejor de su cine el día a día en una granja durante la I Guerra Mundial, en la que una mujer, junto a su hija y a una joven empleada, trata de mantener la actividad del lugar a duras penas, pues sus hijos, su yerno (y todos los hombres del lugar) están luchando en el frente.

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Las guardianas

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La cámara de Beauvois convierte la rutina laboral en una contraportada bélica, aunque con la entrada en ese espacio de las noticias a veces trágicas de la guerra. Esta composición naturalista se acentúa de modo dramático con el trenzado sentimental de los personajes que vuelven de la batalla, e incluso se puntea el guion con detalles de “culebrón” romántico que convierten la historia en material peligroso, con cruces de pasiones y sentimientos exacerbados. Nathalie Baye, su hija (en la pantalla y en la vida) Laura Smet y la virginal Iris Bry le dan sentido interior a la belleza exterior de la película.

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