Globos de OroLos Globos de Oro 2017: el morbo le gana la partida a los «frikis»

Si «Cinema Paradiso» recuperó la magia de homenajear al propio cine con una película, desde dentro, «La La Land» la ha reinventado. Apta para modernos y para nostálgicos

No hay androides ni Carries que valgan; nada de tramas complejas como «Westworld» ni épicas batallas en «Juego de tronos»: el «morbo» de la corona es británico y se llama «The Crown»

Madrid Actualizado: Guardar
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Hablar de si unos premios como los Globos de Oro son o no son justos es siempre relativo. En las nominaciones siempre concurren candidaturas muy diferentes entre sí, en un vano intento por ofrecer una diversidad que termina eclipsada el día de la gala. Y con tanta categoría, casi que lo llamativo es no salir nominado. Aunque haberlos... hailos.

Obviar que los Globos de Oro son unos premios, además de convencionales, muy comerciales, sería una insensatez, tanto como olvidar que no son muy proclives a premiar thrillers (psicológicos, tecnológicos...) ni reconocer los méritos del género de acción aunque, de vez en cuando, para resarcirse quizás, incluyan películas como «La llegada» o series como «Mr. Robot».

Pero las rutinas están para saltárselas de vez en cuando y este año los Globos de Oro han venido cargados de novedades. HBO suspiraba de alivio al conocer las nominaciones, en las que ganaba de calle a Netflix. Pero la historia la escriben los vencedores y esta edición Netflix se ha llevado la partida.

Una batalla menos disputada es la que libró «La La Land» con su casi anunciada victoria, a la que sin embargo hay que reconocer el mérito de romper esquemas en estos galardones, que a pesar de segmentar las categorías en drama y comedia o musical, no son muy de estos últimos. Hasta parece que, para evitar críticas, reunieron los géneros menos aplaudidos en una sola categoría para tener a todos contentos.

Y ahí reside la proeza de la cinta de Damien Chazelle, resquebrajar unos premios conformistas con un género residual. Porque aunque nos intentasen convencer de que filmes como «Moonlight» e incluso «Manchester frente al mar» parecían comerle terreno, nunca compitieron de tú a tú con «La La Land», no al menos en estos premios. No al menos con tantos actores en la sala y con una cinta que honra al séptimo arte. Porque si «Cinema Paradiso» recuperó la magia de homenajear al propio cine con una película, desde dentro, «La La Land» la ha reinventado. Metacine apto para modernos y para nostálgicos.

La capacidad de sorpresa de los Globos de Oro suele oscilar entre nominar a un musical totalmente precindible como «Into the woods» (2014) para cumplir la cuota de la categoría a incluir a una comedia simplona como «Deadpool» este año. Pero este 2017 se han coronado al premiar a Aaron Taylor-Jonhson como mejor actor de reparto por interpretar a un paleto criminal y ni siquiera reconocer con una candidatura a su compañero de reparto Michael Shannon, al que se le nota la veteranía en la película de Tom Ford. Ni siquiera se han decantado por el supuesto favorito, Mahershala Ali, que resurge en «Moonlight». Los guapos siempre quedan mejor en la foto.

Porque lo que han hecho los Globos de Oro ha sido coronarse. A ellos, con un par de novedades que permitan olvidar que son un evento algo manido, y a los británicos, los únicos extranjeros a los que parecen admirar en Hollywood. Bueno, y a Isabelle Huppert, a la que parecen haber premiado como disculpa por la exclusión de «Elle» en la carrera por el Oscar. Porque aunque los votantes se hacen llamar Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywoood, si precisamente algo no hacen es reconocer el talento extranjero.

«The Crown» ha demostrado que sí merece la pena invertir diez millones de libras por capítulo. Aunque eso suponga enterrar a una resucitada para la ocasión Winona Ryder. Ni los dos caballos ganadores de HBO, «Westworld» y «Juego de tronos» (que es más de los Emmys), ni una «Divorce» que parecía concebida para emular la racha con la que los Globos de Oro auparon a «Sexo en Nueva York», han conseguir morder el metal. No hay androides ni Carries que valgan; nada de tramas complejas ni épicas batallas; nada de amores extramatrimoniales: el «morbo» de la corona es británico y se llama «The Crown».

Pues eso, que es británica. Como Tom Hiddleston. Unos premios como los Globos de Oro nunca desaprovecharían la oportunidad de premiar a una estrella de moda como el actor de «El infiltrado», aun cuando eso signifique obviar a un extraordinario John Turturro («The Night of») y su molesta picazón.

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