Crítica de Western: Drama a lomos de la frontera

Meinhard Neumann, el adusto protagonista, es lo mejor de la función, que no está tan lejos del cine del Oeste

Imagen de la película «Western»
Federico Marín Bellón

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El cine alemán multiplica su presencia esta semana en nuestras salas con el estreno de la tercera película de Valeska Grisebach, un drama laboral atípico en el que los emigrantes son los alemanes, que trabajan en una central hidráulica en un pueblecito búlgaro.

Meinhard Neumann, el adusto protagonista, es lo mejor de la función, que no está tan lejos del cine del Oeste: hay hasta caballos y una partida de póquer, pero sobre todo un personaje solo ante los múltiples peligros, a quien nadie ni nada puede doblegar. Como casi nunca se puede conseguir todo, su estilo y su enfoque cargado de simbolismo hacen de este título un firme candidato a ganar premios en festivales y el aprecio de la crítica, pero también a esquivar a las masas en taquilla. Nada que objetar.

Este «Western» acusa un problema, sin embargo, tanto si se disfruta con subtítulos o (lo que sería aún peor) doblado. La incomunicación es uno de los ejes centrales de la historia, entre unos personajes que apenas comparten un vocabulario básico en la misma lengua y que a menudo hablan sin que el otro comprenda. El espectador es así una especie de dios omnisciente, que no sufre lo suficiente con ellos, entre otras cosas porque tampoco se dejan querer demasiado. En una película de paisaje (más bien feo) y de caracteres esquivos, tiene mérito levantar una obra tan íntegra.

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