Crítica de «El secreto de las abejas»: Dulzura y agresividad

Annabel Jankel dirige esta película ambientada en la vida a mediados de los cincuenta en una pequeña localidad escocesa

Oti Rodríguez Marchante

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La mirada de un niño adquiere aquí gran importancia para narrar la vida a mediados de los años cincuenta en una pequeña localidad escocesa, a la que llega una joven doctora para establecer su consulta (la misma que ejerció su padre) y una delicada y problemática relación amorosa con la joven madre del niño que mira . La directora, Annabel Jankel, no mantiene en exclusiva la mirada infantil para contar la complejidad de las relaciones adultas de los personajes; sino que la altera a su conveniencia: la insoportable y angustiosa de esa mujer con su marido y padre del niño, y la celestial y hermosa con la comprensiva doctora; aliñada con el ambiente opresivo, feo e intransigente de los habitantes del pueblo.

La ambientación es exquisita y el desarrollo melodramático funciona aunque esté en exceso apoyado en situaciones esquemáticas y en un simbolismo fácil, con el mundo de las abejas zumbando constantemente y la idea de la miel, la picadura y la trascendencia social en pleno revoloteo con la historia. La dulzura que se derraman las dos protagonistas, Hollyday Grainger y Anna Paquin , contrasta con el pedernal del marido cabestro (Emun Elliott y su mentón brutal) y con la mala digestión que procuran algunos otros hilos argumentales, como la joven embarazada de un chico negro o las situaciones de indigencia moral y económica de otras familias de esa cerrada sociedad.

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