Crítica de «Remember me»: Una tan larga ausencia

Para acercarse a la película, al veterano protagonista, encarnado por un energético (tan solo se le nota un poco vacilante en los andares) Bruce Dern, solo se le ocurre fingir que tiene el mismo mal…

Bruce Dern y Brian Cox en «Remember me»
Antonio Weinrichter

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Esta reseña toma su título de «Une aussi longue absence» , un bello filme convertido en rareza por haber coincidido con la explosión de la nueva ola: se narraban los esfuerzos de Alida Valli por hacer recordar a su presunto marido, aquejado de lo que hoy se llamaría síndrome postraumático. Lo que allí era amnesia y trauma aquí tiene una descripción más precisa: es la temible enfermedad de Alzheimer. Pero el núcleo central es similar: el empeño de un jubilar por recuperar el amor de su vida, a la sazón una señora más bien hierática (le aqueja la enfermedad que fabrica esfinges) que está internada en una institución mental.

Ahí acaban las similitudes, pues el desarrollo de la trama es aquí más bien pedestre. Para acercarse a ella, al veterano protagonista, encarnado por un energético (tan solo se le nota un poco vacilante en los andares) Bruce Dern, solo se le ocurre fingir que tiene el mismo mal… Pero esa mirada intensa, casi de sociópata, que tiene siempre el amigo Bruce se compadece mal con el vaciado mental que quiere representar. Y esto es menos una objeción a su talento actoral, este es un histrión siempre interesante de observar, que al diseño general de un argumento que a esta premisa, en principio legítima, de la impostura de un viejo todavía enamorado, añade unos diálogos y unas situaciones con frecuencia de una sonrojante obviedad.

Hay varias tramas secundarias que no pasan de terciarias, como su desaprovechada relación con su amigo Brian Cox, otro actor siempre interesante, del que uno se pregunta qué hace aquí. O la crisis de pareja de su hija con un marido mujeriego que siempre hace chistes… de mujeres.

Un apunte interesante: la escena en la que este yerno indigno le dice a la cara que va a aprovecharse de su vacío mental, idea que de nuevo queda sin aprovechar, evoca lo que podría haber dado de sí esta premisa: otro título español reciente, «La primera cita», que casi hemos olvidado (la memoria del cine tiene mucho de alzhéimer), abordaba esta misma cuestión de forma mucho más emocionante.

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