Crítica de Un pueblo y su rey: Lección de Historia

«Estos ciudadanos, y esto es lo que hiere de muerte al relato, no dejan de ser emblemas o arquetipos que nunca se encarnan en personas»

Escena de Un pueblo y su rey
Antonio Weinrichter

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Es difícil de explicar cómo teniendo tantos medios técnicos y artísticos a su disposición el director Pierre Schoeller fracasa en su propósito. O bien, se puede uno preguntar cuál era dicho propósito, porque no se discierne bien. ¿Impartir una lección de Historia sobre ese gran episodio nacional que fue la revolución francesa? Los hechos son más bien conocidos y sabemos, ojo al spoiler, que acabaron como acaba la película: con la ejecución a la guillotina del rey Luis XVI y la implantación de la República. En Francia se lo saben demasiado bien, es uno de sus relatos originarios, lo que quizá explica el batacazo que se ha dado en sus taquillas.

Aquí todo esto lo conocemos de oido, si eso, pero no sé si el afán de instrucción del espectador le hará ir a verla. Sirve quizá para que la utilice en clase un profe de Historia que quiera que le den el trabajo hecho; o acaso para animar una asamblea de algún partido antimonárquico.. e incluso estos podrían tener problemas para reconciliar su gusto por la «gente» con la visión del pueblo que encontramos aquí.

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Un pueblo y su rey

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En efecto, Schoeller piensa en binario. Realeza y nobles emperifollados y altivos, incapaces de ver el fin del mundo que dominan. Y los nuevos ciudadanos, humildes pero muy articulados, hablan con slogans más ocurrentes que los del mayo del 68 aunque sean analfabetos artesanos y lavanderas: tienen una perfecta conciencia de clase y de género, y una visión de futuro que ya quisieran muchos politólogos. La película -como el futuro- es de ellos, la clase a extinguir no pasan de fantasmas más o menos lúcidos. Pero estos ciudadanos, y esto es lo que hiere de muerte al relato, no dejan de ser emblemas o arquetipos que nunca se encarnan en personas o personajes que nos importen algo más que un pepino. Y además, y esto sí pasa de lo didáctico al castaño oscuro, las incesantes discusiones en la asamblea nacional son como asistir en un bucle infinito a una tertulia política, aunque con mejores modales y retórica.

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