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Proyecto Lázaro (***): Prometeo crionizado

La película es tan discursiva como provocadora de ideas y sentimientos, alejada por completo de cualquier manipulación

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Ya en su anterior película, «Blackthorn», Mateo Gil demostraba que era tan buen director como guionista (se curtió con los guiones para Amenábar), y en esta alegoría futurista sobre la vida, la muerte y la vuelta a la vida lo que viene a probar es que su notable poder de imaginación es capaz, también, de encontrar los mejores caminos narrativos para ponerse en escena.

La historia del primer hombre resucitado (crionizado a principios del siglo XX y reanimado a finales) resulta una hipnótica y nostálgica reflexión sobre el tiempo de uno, en el que tiene los pies y al que le debe su cabeza.

Narrada por el propio protagonista, el hombre que combatió su enfermedad mortal muriéndose con la esperanza de revivir en otro tiempo, y Mateo Gil organiza esos dos estados de ánimo, el pasado del hombre que se muere y el presente del hombre que revive, con una sorprendente cantidad de «sentimiento» y con mucha voluntad por esclarecer todos esos misterios íntimos del acá y del allá, del antes y el después.

La película son recuerdos, emociones y reflexión sobre el presente, tan discursiva como provocadora de ideas y sentimientos, alejada por completo de cualquier manipulación sobre lo bueno, lo malo y lo ético (ni siquiera los afanes de la ciencia son villanos), y dentro de las ajustadas y sobrias interpretaciones sobresale el buen gusto de elegir el rostro de Oona Chaplin para paladear el encanto de lo pasado y el de Charlotte Le Bon para el encanto de lo presente. Todo en ella es imaginativo, desde su Prometeo a su guiño bíblico.

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