Crítica de «Primeras vacaciones»: La extraña pareja

No esperen un ácido comentario sobre la industria del turismo al estilo del memorable repaso de Foster Wallace a los cruceros

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Antonio Weinrichter

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En un momento dado los protagonistas citan «La escapada» (que los dos la hayan visto parece una licencia poética) pero tanto como a Gassman-Trintignant podrían parecerse a Lemmon-Matthau en «La extraña pareja» . Ese es todo el spoiler que necesitan para entender de qué va esta liviana pero apropiadamente veraniega película. Tras un intercambio inicial de fluidos que parece resultar memorable, deciden irse juntos de vacaciones a un lugar elegido con regla y cartabón, en vez de por sus costas y gastronomía.

El problema no es el destino, claro está, sino ese otro destino que decide Cupido. Pasado el deslumbramiento inicial, viajar pone a prueba antes de tiempo los límites de la convivencia, esos que se van negociando cuando todavía el calor del otro cuerpo compensa el acaloramiento de los desencuentros cotidianos. Película del camino, ya que el proyecto de parejita visita desde la casa rural pintoresca a la comuna multiculti sin olvidar el hotel deluxe con tumbonas alineadas. No esperen un ácido comentario sobre la industria del turismo al estilo del memorable repaso de Foster Wallace a los cruceros, solo los predecibles altos y bajos de una comedia romántica del montón sobre una extraña pareja en el proceso de descubrirse.

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