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«No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas» (**): La chica de la tienda de plumas

No es extraño que en sus soliloquios la protagonista hable tanto del karma como Jason Lee en la serie «Me llamo Earl»

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Sara, la protagonista, regenta un negocio que va regular, tiene un novio a distancia y encima su hermana aparece con un futuro cónyuge que resulta que…

No es extraño que en sus soliloquios la chica hable tanto del karma como Jason Lee en la serie «Me llamo Earl», como explica laboriosamente el título de la película.

Pero no, aquí la única intervención divina es el deus ex machina del enredo cómico que la directora María Ripoll toma de un bestseller de Laura Norton. Lo toma y lo adapta a un Madrid luminoso y posiblemente idealizado, poblado por gente guapa y moderna, hipsters y estrellas del rock de buen carácter.

No hay problema, no es cosa de exigir realismo social a una comedia, género que trabaja desde la abstracción de la línea clara, como los cómics de Tintin.

Tampoco hay que perdonárselo todo, pero en este caso uno podría hacerlo por el placer de (re)descubrir a una deslumbrante Verónica Echegui: la Juani de Bigas Luna (qué buen ojo tenía) se muestra aquí en eso que se llama estado de gracia, dominando el primer plano y hasta el gag corporal, utilizando las gafas como utillería tanto cómica como psicológica, y revelándose, en fin, dentro de la categoría más preciada, por rara, que puede existir dentro de la comedia, la genuina payasa.

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