Crítica de Los Japón: Pescaíto frito con palillos

«Un espectador relajado, sin bicho dentro, descubre pronto que no se rompe nada divirtiéndose, sin más, con las simplezas y las muchas gracias que despliegan estos actores»

Escena de Los Japón
Oti Rodríguez Marchante

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El apellido Japón en Andalucía tiene su sentido y su historia, y algo de ello, no mucho, se cuenta en esta película y da pie a un guion sin grandes pretensiones y que solo busca hacer gracia mediante el sobeteo de tópicos entre lo andaluz y lo oriental. El guionista y director, Álvaro Díaz Lorenzo, suele ser un buen equilibrista entre sus pretensiones y sus logros («Señor, dame paciencia», es tan buen ejemplo como éste), y sabe lo que necesita su cine para que funcione como tal: unos actores con frescura y unas situaciones a ras de lo trivial y vulgar que busquen la risa pronta, sin otra meditación. Y en esto, «Los Japón» tiene su gracia, la que poseen sus protagonistas, Dani Rovira y María León, con ese cuajo añadido que a cualquier cosita le proporciona Antonio Dechent.

La mezcla de ambientes entre Coria del Río y el Japón milenario e imperial se presta a las bromas culturales y a los equívocos lingüísticos que nadie en la pantalla se resiste a sobrexplotar junto a una trama de una ligereza y banalidad quizá excesiva… Pero, un espectador relajado, sin bicho dentro, descubre pronto que no se rompe nada divirtiéndose, sin más, con las simplezas y las muchas gracias que despliegan esos actores entregados a esa imposible y grotesca historia. No hay Goyas ni premios a la vista para ninguno, pero ¡allá penas!

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