Crítica de «Glass»: Superpoderes o traumas

M. Night Shyamalan reúne a Bruce Willis, James McAvoy y Samuel L. Jackson en la última película de esta inquietante trilogía

Oti Rodríguez Marchante

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No es imprescindible, pero sí conveniente, haber visto las dos películas anteriores de Shyamalan con las que esta se funde, «El protegido» y «Múltiple» , porque en ellas está el germen de los personajes que aquí florecen, el Cristal, el Protector y la Horda, con los que el inquietante director trata de organizar su discurso sobre la naturaleza del superhéroe y el universo del cómic.

Bruce Willis, el protector, único superviviente de un accidente de tren; James McAvoy, poseedor de múltiples personalidades, entre ellas La Bestia, y Samuel L. Jackson, con huesos de mantequilla y un cerebro atiborrado de megabytes, coinciden en esta película para redondear el discurso de Shyamalan, en el que extiende aquí el dilema de si tienen realmente superpoderes o si no son más que unos chalados que necesitan urgentemente atención psiquiátrica.

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Glass (Cristal)

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Como era previsible por las dos anteriores, Shyamalan se introduce en el mismo corazón de los cómics de superhéroes (lenguaje, claves y circunstancias) para alejarse lo más posible de su habitual narrativa: la acción muy concentrada, los diálogos abundantes, dispersos y con mucha pretensión psicológica, el desarrollo pausado, meticuloso y poco previsible, con más reflexión que pasión, como si estuviera narrando en la contraportada de Marvel… Es más fácil ponerle peros a esta película que una simple etiqueta.

La historia camina poco, incluso podría decirse que se pasa la mayor parte del tiempo sentada en las salas de un hospital psiquiátrico, todo enclaustrado y enrevesado, pero tiene los subidones de adrenalina que le inoculan sus retorcidos personajes, en especial el que interpreta James McAvoy , y quien vieran «Múltiple» sabrá la exigencia física y actoral que La Horda (todas sus personalidades) le obliga a mantener en plano corto.

Puesto que no hay grandes escenas de mutantes de diseño, Shyamalan busca la espectacularidad y la intriga en detalles y guiños de cámara, en las sugerencias y en esa atmósfera tan suya donde lo sobrenatural, lo extraordinario, parece sencillo, espontáneo. Miradas sospechosas a cámara, contraluces siniestros, gestos, sillas de ruedas, pasillos…, el modo de embutir terror, presagios, recelos mientras usted se lo piensa.

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