«Eat that question» (***): Labor de Zappa

Esta compilación documental es completamente fascinante, sobre todo por la caterva de locutores con malos peinados que desfilan entrevistándole

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Hoy significa otra cosa, claro, pero durante unos cuantos años «zapeando» pudo referirse a tocar las narices a la industria musical y a los legionarios de la moral americana, negarse a ser una estrella del rock como Dios manda y ser, en fin, una figura tan inclasificable como Frank Zappa.

Esta compilación documental es completamente fascinante, sobre todo por la caterva de locutores con malos peinados que desfilan entrevistándole: al final resulta imposible que el amigo Zappa caiga mal, aunque no se sea un fan fatal de su música.

Parece imposible, por otro lado, y aquí se demuestra, poder abarcar todas sus facetas artísticas y quizá sea eso lo que explica que nunca pasara de ser una figura semi-popular (como decía el crítico de rock Robert Christgau), a diferencia de un Bowie o un Freddy Mercury.

Esta película fuerza de hecho con la fragilidad del icono-Zappa, al insistir abusivamente en su lado menos popular. De las tres facetas (por lo menos) de su música, se obvia casi por completo su lado rockero, sus superpoderes de solista, sus incursiones en el jazz-rock (ni siquiera se menciona «Hot Rats»).

A cambio se subraya demasiado su lado satírico, sus letras procaces, que le convertían en una versión escatológica de los Luthiers, sus encontronazos con la censura. Y sobre todo se destaca su faceta de compositor de música «seria», que desde luego es la que merece sacar del olvido; no en balde existe un disco de Boulez tocando a Zappa que no desentona ni una nota. No le hacía falta, pero es este lado sinfónico el que acaba por hacer un cisne de este patito feo narigón que fue Zappa.

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