Crítica de «Diego Maradona»: Hacia el declive y más allá

Asif Kapadia es un documentalista de prestigio y de «lo duro», tal y como le acreditan sus películas sobre Amy Winehouse y Ayrton Senna, y ocupa su centro de interés para enmarcar la figura de Maradona su etapa más dura

Imagen de Diego Maradona
Oti Rodríguez Marchante

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Sólo hay dos tipos de espectadores capaces de enfrentarse a un documental sobre Diego Armando Maradona , el que ya lo sabe todo sobre él y el que lo sabe casi todo sobre él, lo cual convierte la empresa del documentalista Asif Kapadia en un juego de cartas boca arriba. Le sustrae hábilmente el «Armando» del titular, que podría parecer gerundio y además pediría un desarmando… El puzzle es el retrato de este futbolista para la eternidad pero también un tipo que te agota en un par de horas , y que se le ve aquí como alguien siempre superado por el esquema táctico que le presentó la vida: obstinadamente en contra de su persona, salvo en su pierna izquierda, que lo salvó de la pobreza, de la transparencia, y lo condenó a su infierno.

Asif Kapadia es un documentalista de prestigio y de «lo duro», tal y como le acreditan sus películas sobre Amy Winehouse y Ayrton Senna, y ocupa su centro de interés para enmarcar la figura de Maradona su etapa más dura : su trayecto de ida sin vuelta por Nápoles y esos años en los que modeló lo grande de su fútbol pero también lo pequeño, o polémico, o macabro de su vida profesional y aledaños. Hay mucho material de archivo, de su infancia pobre, de su ambiente familiar y de sus éxitos deportivos; también quedan reflejadas sus grandes zonas de sombra, sus relaciones, ingenuas o calculadas, con la mafia napolitana , sus problemas con la droga, el alcohol y la vida desordenada.

No es, pues, un documento revelador, ni que ofrezca aspectos o detalles desconocidos de su vida y su “obra”, tan leídos y oídos, pero aporta el impacto visual de verlo a él y su progresiva degeneración social y profesional, que se le va pegando al físico como la grasa al fondo de la sartén. Y aunque la película no entra con espátula a rascar esa grasa (elude algunos de sus momentos más cochambrosos), es un buen ejemplo de cómo el talento más grande no es más grande que la necedad más pequeña.

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