Desierto (**): Al otro lado del arco

Jonás Cuarón, hijo de Alfonso (juntos escribieron el guión de la afamada «Gravity»), parece un cineasta con futuro, a juzgar por el dominio visual que aquí demuestra

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Jonás Cuarón, hijo de Alfonso (juntos escribieron el guión de la afamada «Gravity»), parece un cineasta con futuro, a juzgar por el dominio visual que aquí demuestra. No parece nada fácil manejarse durante hora y media en un ámbito tan poco agradecido como el desierto que separa los territorios de México y Estados Unidos; no hay puntos de referencia, no hay distracciones y el número de planos «bonitos» del horizonte se revela limitado. Sin embargo, Cuarón saca tanto partido a su desierto como lo hacía hace medio siglo Miklos Jancso con la estepa húngara, por poner una referencia ilustre (busquen, busquen). Esto es sin duda lo mejor de su trabajo sobre cuya relevancia global, sin embargo, tengo mis dudas.

Los que viven esta dura, nunca mejor dicho, travesía del desierto son por supuesto mexicanos que quieren cruzar al lado americano, en donde buscan caminos de ladrillos dorados. Y el guardia que vigila la entrada es un sanguinario «sniper» que ni Clint Eastwood podría redimir.

Pero esto es todo: no se elabora nada más el contexto de un grave problema geopolítico presente en la mente de todos. Lo que hay es una obsesiva fijación por detallar cada una de las estaciones del viacruces polvoriento que sufren estos desesperados allanadores del imperio; tanto que acaba alienando al espectador que agota pronto el agua de la cantimplora de su paciencia y simpatía.

Es decir, como reflexión política «Desierto» resulta demasiado abstracta. Y como ejercicio de estilo, ya que Cuarón insiste en que es un film de género, digamos que es un pos-western cuya épica se pierde en una alternancia demasiado prolongada entre el plano general y el plano detalle.

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