Crítica de Cosas de la edad: Autocaricatura
Se utilizan andamios «reales» para levantar un edificio virtual, una fábula sobre la crisis que sufre Canet cuando descubre que es un viejo obsoleto para chicas jóvenes como la actriz con la que está rodando
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Rock'n Roll
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Otra película francesa, vean «Barbara» aquí al lado, en la que una pareja real se dobla en pareja artística. Aquí el juego de espejos es literal. Guillaume Canet y Marion Cotillard son pareja y aparecen con sus nombres, como todos los demás protagonistas, lo que no quiere decir que debamos creernos que esto sucedió así y «así nos lo han contado». Más bien se utilizan andamios «reales» para levantar un edificio virtual, una fábula sobre la crisis que sufre Canet cuando, a sus 42 años, descubre que es un viejo obsoleto para chicas jóvenes como la actriz con la que está rodando (debió sospecharlo: en la película hace de padre suyo). A mí lo cierto es que Canet me hace poca gracia, aun cuando borda la crisis de masculinidad de su otro yo en la primera parte de la función; pero hay que reconocerle el valor de abandonar toda mesura e incurrir en la más feroz autocaricatura cuando resuelve dicha crisis hormonándose y metiéndose bótox, labios de solomillo incluidos, hasta explotar casi. Lo que sí es un deleite es ver a la gran actriz que es Marion Cotillard parodiándose en plan intérprete de la escuela del «método» que internaliza de forma hilarante sus personajes. Y también ver a un Johnny Halliday que aparece casi póstumo para ser la viva imagen del complejo de Peter Pan hecho carne. Los demás cameos extendidos tienen gracia si uno los (re)conoce. Y el epílogo a la americana es un hallazgo.
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