Crítica de «Colette»: Escritora de sí misma
El director británico Wash Westmoreland recrea con gusto y tacto visual la biografía de una de las figuras más polémicas de su época, la escritora francesa conocida como Colette
El director británico Wash Westmoreland recrea con gusto y tacto visual la biografía de una de las figuras más polémicas de su época, la escritora francesa conocida como Colette (Sidonie-Gabrielle Colette), y enfoca esencialmente su retrato a sus años juveniles, a la construcción de su personalidad y espíritu rebelde, y a su relación con su primer marido, el vividor y cara dura Henry Gautheir-Villas, conocido como «Willy» en los licenciosos ambientes parisinos de principios de siglo XX.
La ambientación, la atmósfera y la moral de le época forman una perfecta letra pequeña para comprender los extraños vínculos que unen a Colette con la literatura, el matrimonio de conveniencia (en especial, para el marido exprimidor), la liberación intelectual y sexual, y la vindicación de sí misma como mujer, autora y guionista de su propia vida.
Colette adquiere en el físico de Keira Knightley toda la fragilidad, determinación y malicia que el personaje exige, al menos entre las cuatro paredes de una pantalla; es decir, lo llena aunque sin convertirlo en una supuradora de ácidos corrosivos, y nadie en la sala se pondrá de parte de Dominic West, que encarna a un «Willy» tan nefasto como infantiloide. La película, en fin, no es agotadora, ni de la figura de Colette ni de la paciencia del espectador, y aunque no profundiza en su obra, sí lo hace en su época y circunstancia, y da qué pensar: hace un siglo Colette ya representaba algo que ahora, por decir algún nombre, representarían Emma Watson, Asia Argento o Leticia Dolera.
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