Crítica de «Los amores cobardes»: Adolescencia tardía, madurez prematura

En la risa, el dolor, la precaución, la entrega y la decepción del rostro de Eva (es decir, de Blanca Parés) está el guion de esta película que se explica a través de ella

Fotograma de «Los amores cobardes»
Oti Rodríguez Marchante

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Afortunadamente para la historia que cuenta Carmen Blanco, está en ella el rostro cautivador de la actriz Blanca Parés , perfecto traductor en imágenes de cada uno de los sentimientos que alberga su personaje, una joven de vuelta a casa, a su lugar, que abandonó tiempo atrás por todas esas rupturas indefinidas que te hacen infeliz y te empujan lejos (Blanco ha hecho un cortometraje, «Eva regresa», que contiene algunas claves de ese pasado).

En la risa, el dolor, la precaución, la entrega y la decepción del rostro de Eva (es decir, de Blanca Parés) está el guion de esta película que se explica a través de ella y cuyo título es exactamente el hilo argumental, un amor cobarde, encogido y tartamudo por un joven con el que es incapaz de romper una alambrada, aunque salten vallas juntos. Un buen retrato de esa infusión de la amistad y la pasión, gracias, en parte también, a ese dobladillo entre honrado y pícaro que sabe tener el rostro de Ignacio Montes. Está hecha con gusto, y con tacto, y con mucha humedad dentro, como de esponja que hay que exprimir.

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