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Críticas

«Amor y amistad» (***): Con guante de seda

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Hemos visto a Kate Beckinsale liquidar a muchas criaturas de la noche en “Underworld”; las armas que emplea aquí son más sutiles y su modo preferido es el pasivo agresivo pero los resultados son igual de letales: todos lo que la rodean acaban haciendo exactamente lo que ella ha planeado.

Es una villana manipuladora y nos encanta verla extender sus redes: si la película ofrece al espectador un lugar (moral) desde el que situarse, ese es el del sádico; imposible sentir algo más que una vaga simpatía por el reguero de víctimas que va dejando, como en ese cine de terror en el que se nos pide que nos pongamos en el lugar del monstruo. Monstrua es Kate pero no crean que esta es una película violenta, su agresión es siempre oral: a lo que más se parece quizá es a “Las amistades peligrosas” (sólo que aquí no hay una virtuosa madame de la que apiadarse), procede de hecho de un texto epistolar que Whit Stillman ha convertido al modo dialogado con ingenio y elegancia, como si hubiera vivido siempre en los salones de la buena sociedad inglesa del siglo XVIII.

El original es una obra primeriza de Jane Austen, poco conocida (ya no debe quedar nada suyo por adaptar al cine o la TV), que revela una agresividad juvenil que parece menos modulada que en sus novelas posteriores. La versión de Stillman es soberbia, si bien a veces parece que pasa de una escena a otra sin dejarla reposar. Es como si tuviera prisa por desvelar la intriga, rellenando los huecos con las escenas en las que Kate le explica su última jugada a una Chloe Sevigny que es la única que desafina del conjunto. A cambio, es todo un descubrimiento el florido personaje que borda Tom Bennett, para quien la mantis reserva un papel especial. Una delicia de película que le hace a uno lamentar que Stillman no dirija más a menudo.

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