Joaquín Cortés, en un lugar emblemático de la capital de España, la esquina de Gran Vía con la Calle Alcalá
Joaquín Cortés, en un lugar emblemático de la capital de España, la esquina de Gran Vía con la Calle Alcalá - BELÉN DÍAZ

Un paseo con Joaquín Cortés: «Madrid es una terraza con vistas al mundo»

Un recorrido por su querido Madrid, su segunda ciudad tras la Córdoba natal, da para olfatear y degustar sabores castizos, ecológicos y tiendas chic

MADRID Actualizado: Guardar
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La cita es en un séptimo. Si no es el cielo, se le parece. Resulta que El Corte Inglés en el que he hojeado más libros durante años –y confieso, devorado sus prólogos– que los que mi sueldo me permitía comprar, en el número 52 de la calle de Serrano, se engalana con una soleada terraza acristalada con vistas a la primavera madrileña. Y a la balconada no le falta lo principal, una despensa llena de delicias «gourmet» y una barra, antídoto para depresiones. Un buen cronista le añadiría a esa palabra francesa que suena tan fina -«gourmet»- otra no menos cuqui -«experience»- y con ello completaría el nombre de este local donde nos hemos convocado Joaquín Cortés y yo: «Gourmet Experience Serrano».

El encuentro no puede ser más desigual ante mi torpe aliño indumentario. El señor que llega lo hace con un bombín en la mano y un par de perchas con otras tantas camisas de buenas marcas para las fotos durante nuestro tapeo. No viene con pasaporte porque no lo necesita, pero el que tiene en el cajón de su mesilla tiene más sellos que la oficina de correos de al lado de mi casa: Australia, Japón, China, Estados Unidos, Argentina, toda Europa... Y además tengo ante mí a un deslumbrante conocedor de Madrid, de sus rincones, de sus mercados, de sus viandas ecológicas, de sus puestos de flores... Y eso que nació en Córdoba hace 48 años, donde de bien chiquito su madre le ponía los pies en agua caliente, con sal y vinagre, después de zapatear hasta sangrar mientras otros niños memorizaban las capitales de Europa. Pero le ha dado tiempo para todo. Vive cerca de Serrano: a la vuelta de la manzana. Por eso, conoce al dedillo esta terraza en la que se toma un café con leche que convenientemente ha pedido al camarero con los sabores que le gustan, aditivos y sin las lactosas que Dios manda. Confiesa que «para mí Madrid es una terraza con vistas al mundo».

Desde la séptima planta se ve una calle Serrano que crepita entre bolsas de papel de marcas parisinas y que se asfixia en los atascos que revientan su estrecha(da) calzada. A nuestro encuentro acude Joaquín con su pareja, Mónica, una psicóloga que fue azafata, de suaves formas y mente alemana, que no pierde detalle de la charla ni de los sabrosos aperitivos que sirven a nuestra vera. Es solo el primer remanso de paz de una tarde de locos para quien ultima sus espectáculos en Barcelona y Madrid – «Joaquín Cortés Esencia», en Teatro Rialto, hasta el 2 de julio–, que le han devuelto a la agenda cultural de España. Su país, donde a sus pasos baten palmas como aleteo de palomas que pueblan el Retiro. Ese Retiro que se ha convertido en uno de los refugios madrileños que transforman al artista, con casa en Nueva York, París, Londres y Madrid, en un paseante más, que calza bambas y se coloca una camiseta de su amigo Armani para corretear por sus sendas.

El siguiente destino es un viaje a la nostalgia. A Joaquín le gusta comer bien, que es tanto como decir, en nuestros días, comer sano. Disfruta en Il Tavolo Verde, un lugar donde resulta fácil tomarse unos tomates de huerta que no saben a pavimento o un queso artesanal que no se vende en un súper de barrio. En el número 6 de la calle Villalar, en un ambiente vintage que parece sacado de un cuento decimonónico, con venta de antigüedades y libros, sus recetas orgánicas conforman un lugar ideal para museo del gusto, del buen gusto, en todo los sentidos, con sillas decapadas y aparadores que hospedan la vajilla que cualquier abuela cuidaría como oro en paño.

Las flores de Tirso de Molina

Mercado de las Flores en Tirso de Molina
Mercado de las Flores en Tirso de Molina - BELÉN DÍAZ

Tras la muerte de su madre, un episodio tan doloroso como difícil de verbalizar por Cortés, el artista vendió su casa de Tirso de Molina para mudarse al barrio de Salamanca. Sin embargo, en nuestro viaje por los placeres de Madrid no podía faltar la parada en esa plaza que un buen día se rebeló contra su destino marginal y problemático para convertirse en un mercado de flores que Joaquín visita cuando quiere flores frescas, como si fuera Manuel Alcántara y estudiara en segundo de jazmines.

No está lejos la plaza de Santa Ana, «donde siempre vuelvo a probar su buena cerveza y algunas tapas». Esas que mi cicerone echa de menos cuando pasa largas temporadas fuera. De las famosas gildas madrileñas a las sofisticadas tostas de foie nada se le resiste a un buen paladar que quema todo en los escenarios y metaboliza cada hidrato de carbono en unos ensayos donde dirige a un equipo de treinta personas.

A dos kilómetros de Santa Ana, el Teatro Real de Madrid se alza majestuoso pero esquivo con Joaquín, que lamenta que nadie le haya convocado nunca a su escenario, en una suerte de letanía por lo poco que se valora en España a sus artistas internacionales. «Tienen que ser ellos los que me llamen», sentencia. Da cierto vértigo pasear con él por Madrid en busca de sus rincones preferidos, sus sabores más íntimos, sin sentirse extraño. Alguien como yo tiene la oportunidad de tapear con él... y no estar loca.

El artista, con su singular chistera, en un paso de la calle serrano, una de sus preferidas para ir de compras
El artista, con su singular chistera, en un paso de la calle serrano, una de sus preferidas para ir de compras - BELÉN DÍAZ

Ha llegado la hora de, como seguro que hicieron la madre de Joaquín y la mía, dirigirnos bolsa en mano a la plaza que en el siglo XXI se llama El Huerto de Lucas, una suerte de mercado ecológico, también restaurante, en la calle San Lucas 13, que vende olores, colores y sabores de otros tiempos envueltos en el celofán de hoy en día. Allí la patata se cuece lentamente, para mantener sus propiedades, y los fideos no son fideos, sino crudos de calabacín que están más buenos que los tradicionales de pasta. Y más si los sirven al pesto de anacardos con parmesano. Los dos comensales no nos podríamos resistir salvo patología mental incurable.

Toca acabar el día con dos paradas. La primera tiene que ver con el cine, con una de las salas cuya visita ya adelanta la condición políglota de sus espectadores. A Joaquín le gusta ir allí «porque en esas pantallas se proyectan buenas cintas en versión original que yo no me pierdo cuando estoy en Madrid». Hemos llegado a los cines Renoir de la calle Martín de los Heros, allí donde otros Reyes, que no lo son del baile, acuden muchos fines de semana a disfrutar, como Joaquín, del cine de autor. El artista, que ha participado en la película «La Flor de su secreto» de su amigo Pedro Almodóvar y en «Gitano», de Arturo Pérez Reverte, está preparando un proyecto de cine independiente americano: «Ya tendrás noticias, pero estoy muy ilusionado con mi vuelta al cine y creo que va a sorprender», adelanta.

Compras en Serrano

Sin esperar la nueva, es hora ya de volver al punto de partida donde empezó un plan B que, créanme, sabe a plan A. En la milla de oro en la que se miran los monederos más solventes, hay tiempo de hacerse unas fotos tocado con el bombín que luce en el cartel de su espectáculo: «Esencia». Reconoce Joaquín que muchas de las cosas que se pone se las regalan diseñadores -Gaultier, Armani...- con los que comparte amistad. Pero, a veces, cuando ella no le ve, se acerca a alguna tienda, como la de Yves Saint-Laurent en Serrano, para comprarle un bolso a su chica, como el que luce colgado en su hombro hoy, para envidia de más de una.

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